domingo, 13 de enero de 2013

XX Agreguerías. Parte XXIII.


CDXLI.
Algo —aún no sé qué— me pareció ilógico en aquella sangrienta pelea callejera entre payasos.



CDXLII.
Al casado infiel le indigna profundamente que le hayan adulterado la bebida en el bar.



CDXLIII.
El olor y el sabor de la comida me despiertan la memoria de la infancia.



CDXLIV.
Todos tienen un precio en este mundo; incluso la letra $.



CDXLV.
Los que tienden toallas blancas en el balcón le piden públicamente tregua al trabajo para irse de vacaciones.



CDXLVI.
Cuando un obeso gigantesco, agitado por caminar, me habla, experimento la sensación de que el mundo se va a acabar pronto.



CDXLVII.
¡Qué inefable sensación debe experimentar el náufrago del amor cuando toca cuerpo firme!



CDXLVIII.
La palabra “preámbulo” siempre me sonó a una puerta que se abre antes de dejarme pasar.



CDXLIX.
Un chango que se cae de cabeza “se mete un changadazo”, no un “chingadazo”.



CDL.
Quien, de espaldas, no encuentra la llave de la cerradura, se orina en nuestra imaginación.



CDLI.
Nuestras abuelas se escarbaban la mugre debajo de las uñas mientras simulaban tejer con sus agujas.



CDLII.
El sillón antiguo está en cuarentena en el ático porque le brotó el salpullido de botones.



CDLIII.
Las ballenas son estornudos de mar.



CDLIV.
Un disco compacto con canciones de los sesentas es un frisby, plato volador, que regresa a nuestras manos con los recuerdos de aquella época.



CDLV.
No me parece bien que esté prohibido correr dentro del edificio de correos.



CDLVI.
¡Qué ocurrentes aquellos padres de la patria que nombraron a sus hijos ilustres con el nombre de las calles de las ciudades actuales!



CDLVII.
La radiografía es una foto fragmentada del esqueleto.



CDLVIII.
El creador le puso “los pies” al revés al grillo.



CDLIX.
Pareciera que la lata tiene hambre de que nos la comamos en cuanto la abrimos.



CDLX.
La tierra es anciana: lo sé por las nubes.






No hay comentarios:

Publicar un comentario