sábado, 12 de enero de 2013

XX Agreguerías. Parte XXI.


CDI.
Rara vez encontramos en la calle mujeres con cuerpo de maniquí; sí muchas de maní.



CDII.
El trompetista se empina la botella de trompeta.



CDIII.
Quisiera tener la profesión de-sastre para ponerles las manos encima a las mujeres con talle de corsé.



CDIV.
Los niños cariñosos se envuelven como bufandas en el cuello de sus padres.



CDV.
¡Tal parece que soplándole, el flautista quiere sacarle el polvo a su instrumento!



CDVI.
Dormir es morir junto a un tanque de oxígeno que se vacía para siempre.



CDVII.
Persianas: coquetería de ventanas.



CDVIII.
La casa usa como aretes los aldabones del portón.



CDIX.
El vendedor de corbatas tiene agarrados del cuello a sus clientes.



CDX.
El mimo se rasura con su navaja imaginaria la barba de crema batida que le hizo el payaso con su sifón durante la fiesta infantil.



CDXI.
Mantelero: torero de las mesas.



CDXII.
Los boxeadores se dan golpes mortales acolchonados.



CDXIII.
La pajilla hace las de pitillo para el adolescente.



CDXIV.
El fregadero es donde lavamos a regañadientes los platos por órdenes de nuestras madres.



CDXV.
El ser humano que no ha ido al mar, no conoce el mundo.



CDXVI.
El frío hace ver más desolados los lugares.



CDXVII.
Al fuego le emocionan los incendios.



CDXVIII.
Las mujeres se masturban tocando las cuerdas de su requinto.



CDXIX.
El chaleco fue alguna vez un suéter al que torturaron en el potro de castigo.



CDXX.
¡Ah, ojalá también a nosotros nos pudieran enviar a la tintorería para quitarnos las arrugas del traje de Eva y Adán!






Puerta de madera con aldaba de bronce en forma de león.


No hay comentarios:

Publicar un comentario