domingo, 5 de enero de 2014

XXV Maxinimias, parajodas, refracciones, desdichos y mandamentadas. Parte 8.

CLXXVI.
¡Buenos días! Ya me voy a correr... las persianas.



CLXXVII.
A la comunidad literaria: Se me acaba de notificar que soy acreedor al Premio que viene en el interior del “Kinder sorpresa”.



CLXXVIII.
El siguiente paso evolutivo de la Humanidad es la extinción.



CLXXIX.
Los premios literarios son el mejor castigo que pueden recibir los escritores.



CLXXX.
Para las personas sólo hay algo peor que conocerme. Y es que yo los conozca.



CLXXXI.
¡Es un placer desconocerte!



CLXXXII.
La realidad me es ajena: por no decir que indiferente.



CLXXXIII.
Hombres, entiendan esto: Las mujeres se cogen a quien ellas quieren, no a quien las quiere.


Versión censurada: Las mujeres se quedan con quien quieren, no con quien las quiere.



CLXXXIV.
Se conversa con las mujeres escuchándolas.



CLXXXV.                                
Sólo la Muerte puede hacernos inmortales.



CLXXXVI.                              
Que la Muerte te sorprenda siempre haciendo planes.



CLXXXVII.
La enfermedad vuelve la vida más valiosa y cercana; esa misma que, en la cotidianidad, nos parece común.



CLXXXVIII.                           
La educación que me dieron mis padres fue tan extraordinaria que, muy a mi pesar, soy una buena persona.



CLXXXIX.
Nadie tiene derecho de arruinar la felicidad de los demás. Yo por eso no les confieso que todo el mal que me hacen, sólo me resulta benéfico.



CXC.
Yo no escribo para los que me leen, sino para aquellos que no lo hacen.



CXCI.
¡Yo sí que no podría vivir sin las personas! ¿De quién me burlaría entonces!



CXCII.
La Vida me dotó con una mente poderosísima, y para dominarla me dio un carácter implacable. Y, sin embargo, fue insuficiente.



CXCIII.
Esta discusión no llegará a ningún lado: tú eres un envidioso y yo un ególatra.



CXCIV.
Mexicanos, compatriotas, los conmino a preservar nuestras tradiciones: que no se pierda la bonita costumbre de andar chingando la madre.



CXCV.
Ya me voy a la verga... digo, a dormir.



CXCVI.
Tomé la decisión de dejar de beber... ¡Y me la tomé muy en serio!



CXCVII.
Las personas como ser social, y los libros como escritor y lector, son dos elementos de los cuales puedo prescindir, sin problema alguno, por lapsos prolongados de tiempo.



CXCVIII.
A pesar de mi egolatría, en el trabajo soy tan humilde, que me permito acatar órdenes de imbéciles.



CXCIX.
El serio problema de salud pública —la obesidad— que priva en el país, yo lo padezco diariamente en el transporte público, donde soy incomodado —ya sentado, ya parado— por estos “gordos” a los que aluden las estadísticas.



CC.
Como si haber nacido no fuera suficiente castigo, además lo hice en México.