miércoles, 7 de agosto de 2013

XX Agreguerías. Parte XXXII.

DCXXI.
Cuando se seca el tupido follaje de los árboles, cae en el tazón de cereal que desayunan los niños.



DCXXII.
Escucho la palabra “follaje”, y me apetece “echarle un polvo” a una española.



DCXXIII.
Aun de adultos se puede ver que los mandriles eran insoportablemente traviesos de pequeños.



DCXXIV.
Los barcos de vapor solían fumar.



DCXXV.
A los bolígrafos de antes les gustaba usar la patilla larga y portar sombrero.



DCXXVI.
Los tranvías eléctricos son gusanos que se arrastran con las antenas paradas.



DCXXVII.
El carnero sueña que su cabeza se repite incesantemente en los acueductos de piedra.



DCXXVIII.
Hay plantas que son el moño de la caja de regalo de la Naturaleza.



DCXXIX.
El que se para frente al cofre levantado de su automóvil descompuesto, se vuelve reparador de pianos de cola.



DCXXX.
A pesar de su verdor, la Naturaleza que flanquea calles, carreteras, vías de tren... luce muerta.



DCXXXI.
Tengo las palmas de las manos inundadas de caudales secos.



DCXXXII.
El huevo estrellado es una casa inflable —con solar incluido— que el cocinero construye sobre la sartén.



DCXXXIII.
Donde realmente se hace    l  a  r  g  a    la agonía, es en la parte final: “í-a”.  



DCXXXIV.
Los bolsillos de los pantalones siempre le gastan bromas a la ilusión de nuestro tacto: en lugar de billetes, se sacan pedazos de papel.



DCXXXV.
Las macetas temen tanto a la tormenta, que escurren en sudor por el miedo de que las parta un rayo.



DCXXXVI.
Las lagartijas son los animales más fuertes que hay: se mueven haciendo “lagartijas” —“planchas”, en España.



DCXXXVII.
Era tan avaro que conminaba a la gente a que le regalara una sonrisa.



DCXXXVIII.
Las canciones son olas por donde navega nuestro ritmo en busca de recuerdos.



DCXXXIX.
La frase “allá afuera”, que se emplea para aludir a la calle, debería referirse al Universo.



DCXL.
Las mujeres se sienten y ven más hermosas cuando se reflejan en los escaparates de los centros comerciales.




lunes, 5 de agosto de 2013

XXV Maxinimias, parajodas, refracciones, desdichos y mandamentadas. Parte 7.

CLI.
Hay vendedoras hermosas y jóvenes, a quienes sí dan ganas de comprar... un automóvil, una casa, e incluso un yate...



CLII.
Algún día aparentaré la edad que tengo realmente, lo prometo.



CLIII.
Sólo hay algo que detesto más que a políticos, abogados, periodistas...; y es a los seres humanos.

                  

CLIV.
Lo que más me gusta de mi trabajo es salir de él.



CLV.
Ustedes aspiran a la felicidad; yo, en cambio, a ser menos infeliz.



CLVI.
No comprendo por qué la gente se sorprende tanto con la conversión del agua en vino. Yo convierto el vino en agua, y no predico con ello, ni lo pregono por doquier.



CLVII.
En realidad mi trabajo no me disgusta tanto como la gente con la que laboro.



CLVIII.
Fieles a su prurito de limpieza, las mujeres se llevan antes a la boca aquello sobre lo que se sentarán posteriormente.



CLIX.
Discúlpense si los ofendí.



CLX.
A pesar de ustedes, fue una buena vida.



CLXI.
Nunca sufrí una derrota: siempre me retiré antes de que comenzara la batalla.



CLXII.
Un niño grosero es culpa de sus padres. Un adulto grosero, de sí mismo.



CLXIII.
Soy un excelente actor a tal grado, que soy capaz de interesarme en lo que en realidad me importa.



CLXIV.
Padres, estén tranquilos: sus hijos vengarán a los abuelos.



CLXV.
Me resulta molesto que en los empleos se señale eso de “sexo indistinto”, mientras yo me he esforzado tanto por definirme.



CLXVI.
Me interesa mucho que quienes piensan que soy misógino, no se queden con una idea errónea y parcial sobre mí: soy misántropo.



CLXVII.
La gente quiere a las personas como yo de su lado, nunca junto a ella.



CLXVIII.
Las esposas de los toreros gustan asistir a la plaza para experimentar, aunque sea una vez en su vida, una “corrida”.



CLXIX.
Después de analizarlo concienzudamente, he llegado a la conclusión de que el término “misántropo” no es adecuado para mí: yo no odio a los humanos; sólo los desprecio.



CLXX.
Considero que de las dos opciones que disponía como ser humano, afortunadamente me tocó, no la mejor, sino la menos peor. Escribo esto sin misoginia —acaso sea el único texto que he escrito, que carece de ella.



CLXXI.
Aquí en México me encuentro rodeado por una bola de vencejos.



CLXXII.
Mi bienestar no me alegra tanto por mí, sino por la envidia que les genera.



CLXXIII.
Ustedes ni se imaginan cuánto bien me hace que les vaya mal.



CLXXIV.
Pórtense con su perro como les gustaría que los trataran sus hijos cuando sean ancianos.



CLXXV.
La sociedad humana sería perfecta si careciera de personas.




domingo, 4 de agosto de 2013

XX Agreguerías. Parte XXXI.

DCI.
Cuando el ventrículo le falló al ventrílocuo se le hizo un nudo en la garganta.



DCII.
Descripción visual de la greguería. Juntar los dedos de ambas manos semejando un corazón —la figura idealizada y sensiblera de uno: —, y saber que eso no es cierto, mientras nuestros ojos lo contemplan.



DCII.
No hay que olvidarse de la memoria.



DCIII.
La canela sabe a corteza de árbol.



DCIV.
Los grandes camiones se peen al enfrenarse.



DCV.
Los camellos echados semejan rocas inertes en el inmenso desierto.



DCVI.
Sólo a quien se las extraen, sabe por qué son las muelas del juicio... final.



DCVII.
Cuando el efecto de la anestesia pasa, se corre la cortinilla del dolor.



DCVIII.
Hay paraguas cerrados que parecen ramos de flores que se ofrecen al cielo para que no llueva.



DCIX.
El ególatra es un megalómano sin recursos.



DCX.
Los cockers spaniel blancos con café tienen el semblante triste de un payaso.



DCXI.
Hockey: boxeo sobre hielo.



DCXII.
Los rayos nacen de los trazos que el niño hace sobre la hoja de papel.



DCXIII.
Alguien les dio de beber demasiada agua a las mujeres embarazadas.



DCXIV.
Los periodistas son los mercenarios de la información.



DCXV.
En el interior de la habitación, los zancudos se vuelven invisibles e invencibles por la noche.



DCXVI.
Los creyentes que se llevan el rosario a la boca, se comen nerviosos las uñas mientras aguardan por la respuesta divina que solicitaron.



DCXVII.
El cuchillo con mango de madera saca a la superficie su aleta de tiburón.



DCXVIII.
El salero es la maraca que le da sabor a la comida.



DCXIX.
Si continúan llenando frascos de pimienta en polvo con arena, pronto desaparecerán los desiertos.



DCXX.
El pimiento morrón es el farsante de los chiles.