Las agreguerías.
Ramón Gómez de la Serna nació
en Madrid en 1888 y murió en Buenos Aires, Argentina en 1963.
El escritor, periodista y
biógrafo vanguardista español fue el creador de la greguería que se define como
“agudeza, imagen en prosa que presenta una visión personal, sorprendente y a
veces humorística, de algún aspecto de la realidad”.
“Ramón”, como gustaba ser
llamado, se refiere al género literario que inventó como “el atrevimiento de
definir lo indefinible, a capturar lo pasajero, a acertar lo que puede no estar
en nadie o puede estar en todos”, y delimitó el concepto a partir de la
siguiente ecuación: Metáfora + Humor = Greguería. (Para quien guste conocer más
acerca de éstas, lo remito a un par de entradas donde podrá leer una
selección: http://caesarisnv.blogspot.mx/search/label/Ram%C3%B3n%20G%C3%B3mez%20de%20la%20Serna).
En algunos otros pasajes de su
obra el autor ensayó “explicaciones”:
Desde
1910 me dedico a la greguería, que nació aquel día de escepticismo y cansancio
en que cogí todos los ingredientes de mi laboratorio, frasco por frasco, y los
mezclé, surgiendo de su precipitado, depuración y disolución radical, la
greguería. Desde entonces la greguería es para mí la flor de todo lo que queda,
lo que vive, lo que resiste más al descreimiento. La greguería ha sido
perseguida, denigrada, y yo he llorado y reído por eso entremezcladamente,
porque me ha dado pena y me ha hecho gracia.
Desde hace tiempo tenía
conocimiento de la existencia de estos pequeños textos y, aunque no recuerdo
con certeza, supongo que en otra etapa de la vida los leí.
Hace poco adquirí un libro que
compilaba algunos —se cuenta que Gómez de la Serna escribió ¡más de diez mil
greguerías!
Había visto el ejemplar durante
visitas anteriores a ferias y librerías y, por más inverosímil que parezca,
sentía como si hubiera un vínculo entre nosotros: como si la curiosidad me
invitara a leerlo. Después de hacerlo, puedo afirmar que, en efecto, Ramón y yo
estábamos predestinados a encontrarnos.
He disfrutado muchísimo de las
greguerías no sólo por lo que dicen con su brevedad contundente, sino también
por la estimulación mental —el redescubrimiento del mundo cotidiano— que
generan tanto literaria como vitalmente: mi percepción se aguzó y comencé a ver
con la imaginación y no solamente con los ojos: “Una greguería no se busca,
sino que surge espontáneamente en la mente del poeta, es la impresión de un
objeto en la mente del poeta.”
Al salir a la calle se me
presentan por doquier greguerías vivas que se convierten en palabras. La
aparente facilidad de estos “aforismos humorísticos”, los cuales, sin embargo
son desconcertadores, perturbadores, deslumbrantes..., siembran la
incertidumbre, en quien los lee por primera vez, de que habrá que releerlos para
comprender cabalmente tanto su significado como su sentido.
Para expresar la continuidad
del género, pero al mismo tiempo establecer un nuevo comienzo en él, inventé el
neologismo “agreguería”.
Ramón vivió en un mundo
cambiante que experimentó los primeros pasos de la tecnología: el ferrocarril,
la radio, el automóvil, la fotografía, el cinematógrafo... El tiempo
transcurrió y aquellos artefactos e inventos que maravillaron a la Humanidad
hoy se encuentran en museos. Sin embargo, la esencia del visionario Gómez de la
Serna aún prevalece: “Una greguería es el buscapiés del pensamiento.”
“Las agreguerías son manos que
se introducen en la tómbola de mi cabeza, y revuelven mi cerebro para sacar
pequeños pedazos de papel de mi vida con palabras escritas en ellos” y “se
encuentran en las uniones de la red que teje la araña: ahí donde el mundo
converge.” Pero también son impresiones de nuestro tiempo, arraigadas
profundamente a la realidad. Están escritas bajo la sociedad de consumo por un
ser humano satírico. Y para comprenderlas basta con remitirse a la mitología
personal y social: a los convencionalismos de los sentidos.
Quien conozca a fondo las
greguerías identificará inmediatamente que las agreguerías tienen una gran
deuda respecto de las “observaciones” que Ramón Gómez de la Serna hizo durante
la primera parte del siglo XX: puertas que aquél dejó entreabiertas y a las que
yo entré paulatinamente para descubrir lo que había más allá.
I.
El teléfono es un grito neurótico
e incesante que se ahoga en la tranquilidad de nuestra indiferencia.
II.
Los
mecánicos son los dentistas de los automóviles.
III.
Los
dedos que golpean las teclas de la máquina de escribir salpican de letras la
hoja en blanco.
IV.
Convidamos ocasionalmente a la
vajilla de porcelana a compartir la mesa con nosotros.
V.
Los compradores siempre le
pican los ojos al queso gruyere cuando lo señalan en las tiendas.
VI.
El tenista juega con su
guitarra al revés.
VII.
Era tan frívola que creía que
los maniquíes le sonreían por las compras que acababa de realizar en la tienda
departamental.
VIII.
Cuando la i crece y se
convierte en I pierde la pequeña pelota con que solía jugar cuando era niña.
IX.
Cuando abrimos el armario y
sale un mosquito, inmediatamente queremos matarlo como si se tratara del amante
de nuestra mujer.
X.
La jirafa se sube en sus zancos
para ver desde arriba —y con desdén— a ese mono sin pelo que la visita en el
zoológico.
XI.
Los delfines que trabajan en el
parque acuático se desnucan una y otra vez contra el agua para el
entretenimiento público.
XII.
El gancho de ropa abandonado
fungió durante mucho tiempo como antena del televisor.
XIII.
Una silla sin aceitar es un
animal herido que se queja.
XIV.
La caja registradora —llena de
billetes y monedas— nos enseña la lengua cuando se abre para darnos el cambio.
XV.
El
bebé de los fumadores le convida de su chupón a la visita que fuma, con el
propósito de que ésta le retribuya el gesto con un cigarrillo.
XVI.
A
pesar de que el río pasa a diario por
el puente, nunca lo usa.
XVII.
El calzador es la cucharada de
jarabe que se niega a tomar el zapato enfermo.
XVIII.
De-funciones continuas están
hartos los primeros actores.
XIX.
El molino es el ventilador
(descompuesto) del paisaje.
XX.
El agua clara nos refleja, aunque
las aguas negras nos reflejan aún
más.
Me encanta, como siempre, la amplia investigación que antecede al objeto... y disfruto la selección tanto como el ingenio. ¡Gracias!
ResponderEliminar—Nunca cesaré de agradecerte, estimada Sara, que tengas "palabras de aliento" para mí y estas bitácoras. Realmente lo aprecio mucho, ya que la sinceridad no es algo que sobre en esta sociedad. Un saludo afectuoso.
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