martes, 23 de octubre de 2012

XX Agreguerías. Parte III.


XLI.
El beso es un secreto que prefirió confesarse en la boca y no en el oído.



XLII.
Cuando hay niebla es cuando uno espera más ver algo.



XLIII.
Para algunos la cabeza sólo es el perchero del sombrero.



XLIV.
Hay “hombres brillantes” no por su cerebro, sí por su cabeza.



XLV.
Los conferencistas se dirigen al auditorio colmado de personas como si estuviera vacío.



XLVI.
El ave es el sommelier, catador de vino, del reino animal.



XLVII.
El servicio de la peluquería es pésimo: siempre nos ponen un babero enorme, pero nunca nos traen la comida.



XLVIII.
Las puertas giratorias son la mejor decisión de los indecisos.



XLIX.
Los caballos de tiro siempre tienen la cara larga.



L.
Los que trabajan en la Banca siempre están sentados.



LI.
Por la mañana el cielo nos sirve de desayunar un gigantesco huevo estrellado.



LII.
La gente que dice ser de “mente abierta” es aquella a la que nunca se le cerró la mollera.



LIII.
Los elefantes tienen patas de raíz de árbol.



LIV.
El jardinero se desempeña como el peluquero y el manicurista de los árboles.



LV.
Algunos árboles parecen seres humanos petrificados —o por decirlo con mayor exactitud, “maderificados”.


  
LVI.
El gato que quiere orinar se inhibe ante la vastísima “caja de arena” del desierto.



LVII.
Las nubes cargadas de tristeza le llenan de agua los ojos al cielo.



LVIII.
Cuando sale a la calle el automóvil se calza las llantas, después de ponerse sus rines.



LIX.
La verdadera utilidad del telescopio astronómico estriba en que el Universo lo usa como microscopio para poder analizarnos.



LX.
El bonsái es un paisaje japonés en miniatura.






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