martes, 23 de octubre de 2012

XX Agreguerías. Parte II.


XXI.
La luna es el faro natural que guía a los barcos nocturnos.



XXII.
La espalda es la cama sobre la que descansa nuestro sueño.



XXIII.
A partir de nuestros dedos, el ocio interpreta una melodía de impaciencia en el teclado improvisado que tenemos a la mano.



XXIV.
El “dientes de sable” le heredó unos colmillos muy gastados al león marino.



XXV.
El zapato roto de la punta cansó tanto al pie que ya muestra la lengua de fuera.



XXVI.
El hombre impotente se enorgullece de ponerle el freno de mano al automóvil.



XXVII.
Tan pronto como el dentista reclina el sillón de su consultorio para revisarme la boca, me apetece un corte de cabello.



XXVIII.
Cuando la mujer pela un plátano y se lo lleva a la boca, el hombre experimenta calambres en la conciencia.



XXIX.
Las nubes grises son volutas de humo de las fábricas.



XXX.
El pulgar es el martillo mientras que el índice funge simultáneamente como el gatillo y el cañón de la pistola con que los niños juegan a matar.



XXXI.
Las hormigas que caminan por la mañana en el distrito financiero de la ciudad, le hacen cosquillas en los pies a los rascacielos.



XXXII.
Las ciudades se pedorrean por las coladeras.



XXXIII.
Los besos son respiración urgente de boca a boca.


  
XXXIV.
De acuerdo con la Biblia, Eva engañó a Adán con una serpiente... ¡Y desde entonces sigue siendo así... más o menos!



XXXV.
El triángulo es el único instrumento que verdaderamente dispone de un lugar privilegiado durante el concierto orquestal.



XXXVI.
La memoria de la mujer es como la del elefante, sólo que más pesada.
                    
  

XXXVII.
Es sabido, por sus antecedentes hedonistas y dionisíacos, que muchos deportistas ganadores prefieren una copa y una ensaladera, además del plato.



XXXVIII.
Una colmena de abejas: interesante “concepto visual” que cuelga del árbol de nuestra mente.



XXXIX.
El pianista transcribe en el teclado las notas musicales que le dicta la partitura. 



XL.
Tan cierto es el apetito voraz del pingüino que incluso mucho antes de comer se coloca su babero blanco.





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