martes, 23 de octubre de 2012

XX Agreguerías. Parte IV.



LXI.
Los condones de las fiestas privadas adultas fueron inflados como globos durante las fiestas infantiles.



LXII.
La bocina del automóvil es el aditivo de saliva y voz del conductor cuando ofende a su semejante.



LXIII.
Los semáforos son guiños caprichosos de colores.



LXIV.
El “espantasuegras” es la lengua que quisiera sacarle el yerno a su madre adoptiva.

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Méx. Espantasuegras es el nombre que recibe en México el “matasuegras”. Se trata de un tubo enroscado de papel que tiene un extremo cerrado, y el otro terminado en una boquilla por la que se sopla para que se desenrosque bruscamente el tubo y asuste por broma.



LXV.
El orangután es el spiderman, “hombre araña”, de los simios.



LXVI.
A falta del cable con que jugar, las jovencitas de esta época enredan su cabello con el dedo mientras conversan por teléfono inalámbrico.



LXVII.
Cuando el cowboy porta sus botas, da la impresión de que la víbora —convertida en cinturón— con que se sostiene los jeans, tiene piernas.



LXVIII.
Los seres humanos instalan carpas para que los rayos de sol y las gotas de lluvia jueguen a la resbaladilla.



LXIX.
El Coliseo romano es una taza despostillada que se les cayó a las civilizaciones con sed de poder.



LXX.
A la granada verde nunca le han sonado la nariz.



LXXI.
La bicicleta es un caballo con dos ruedas que no deja de andar hasta que se cansa el animal que la monta.



LXXII.
El abanico de billetes no quita tanto el calor como la inseguridad.



LXXIII.
Cuanto el restaurante ofrezca en su carta la “pasta de tornillo”, tiene que disponer en sus bebidas de un “destornillador” para pasarse el plato referido.



LXXIV.
Cuando la luna se ve durante el día, es porque pasó una noche muy difícil en el trabajo —tanto que se quedó dormida, y se olvidó de irse a casa a descansar.



LXXV.
Leo la palabra “bostezo” y me da sueño.



LXXVI.
Era tan perezoso y glotón que lo único que leía era el menú.



LXXVII.
El refrigerio nos deja abierta la puerta del hambre.



LXXVIII.
El reptil es un juguete de acción inservible hasta que el sol matinal le recarga las pilas.


  
LXXIX.
Desde niño ya sospechaba que el limón y la naranja eran primos hermanos.



LXXX.
Las cópulas... cúpulas de las iglesias se me semejan a los “platos de limosnas”, pero volteados. Es decir, vaciados dentro de los “bolsillos que no tienen las sotanas ni los viejos hábitos...”, luego de que se los ofrecieran al cielo, y nadie les contestara.




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