sábado, 27 de octubre de 2012

Αθήνα [Athína: Atenas].



Αθήνα [Gr. Atenas]

Recuerdo.
El cálido viento de Atenas
una tarde de otoño
το φως του φεγγαριού
[Gr. la luz de la luna]
(mi sombra en las ruinas):
lo que fui
bajo aquel cielo hecho de mar.





Vista del Mar Egeo, Grecia. Noviembre de 2008.

martes, 23 de octubre de 2012

XX Agreguerías. Parte V.


LXXXI.
El refresco no elimina la sed, la endulza.



LXXXII.
El sonido del violín es (melo)dramático.



LXXXIII.
Hay “mujeres apretadas” que visten ropa holgada.



LXXXIV.
Aquel hombre que tuvo sexo sin usar condón, y no embarazó a la mujer, bien puede decir que “(se) corrió con suerte”.



LXXXV.
Cuando se va la luz, nadie sabe a dónde.



LXXXVI.
Para lo único que sirven el “yo” y el “superyó” es para conformar el “súper yo-yo”.



LXXXVII.
Pareciera que la sopa hirviente se calienta más, tan pronto como oye la frase: “Me muero de hambre.”



LXXXVIII.
Cuando buscamos un libro acerca de pintura sobre el andamio de la librería, nos sentimos pintores... pero de fachadas.



LXXXIX.
Nuestra hambre abuchea a la sopa caliente cuando le sopla para enfriarla.



XC.
El pobre cerdo que tuvo una muerte horrible, vuelve a morir cuando ahorcan al chorizo que hicieron con él.



XCI.
En algunos restaurantes lujosos, los meseros portan en el antebrazo una servilleta para hacerle la faena al cliente, elegantemente vestido, cuando los embiste, después de enterarse del importe de la cena.



XCII.
Las sirvientas son las amantes de los esposos de las señoras para quien trabajan.



XCIII.
Con frecuencia pueden verse en la ciudad perros que sacan a pasear a quien supuestamente los sacó a pasear.



XCIV.
El epigrama es un mazazo que se da con alfiler.



XCV.
Hay mujeres que despiertan el deseo... de correr a besar en la boca a la misoginia.



XCVI.
Gomezserniana (Basada e inspirada en la greguería: “El camello lleva a cuestas el horizonte y su montañita.”)

El camello carga el cielo sobre su montaña.



XCVII.
El haikú es una fotografía pintada con ideogramas —y en traducción, con palabras.



XCVIII.
Los hospitales son las camas de vida y muerte del mundo.



XCIX.
La milpa se peinaba de raya en medio con el peine del arado.



C.
El chayote es el puercoespín de las cucurbitáceas.





XX Agreguerías. Parte IV.



LXI.
Los condones de las fiestas privadas adultas fueron inflados como globos durante las fiestas infantiles.



LXII.
La bocina del automóvil es el aditivo de saliva y voz del conductor cuando ofende a su semejante.



LXIII.
Los semáforos son guiños caprichosos de colores.



LXIV.
El “espantasuegras” es la lengua que quisiera sacarle el yerno a su madre adoptiva.

__________
Méx. Espantasuegras es el nombre que recibe en México el “matasuegras”. Se trata de un tubo enroscado de papel que tiene un extremo cerrado, y el otro terminado en una boquilla por la que se sopla para que se desenrosque bruscamente el tubo y asuste por broma.



LXV.
El orangután es el spiderman, “hombre araña”, de los simios.



LXVI.
A falta del cable con que jugar, las jovencitas de esta época enredan su cabello con el dedo mientras conversan por teléfono inalámbrico.



LXVII.
Cuando el cowboy porta sus botas, da la impresión de que la víbora —convertida en cinturón— con que se sostiene los jeans, tiene piernas.



LXVIII.
Los seres humanos instalan carpas para que los rayos de sol y las gotas de lluvia jueguen a la resbaladilla.



LXIX.
El Coliseo romano es una taza despostillada que se les cayó a las civilizaciones con sed de poder.



LXX.
A la granada verde nunca le han sonado la nariz.



LXXI.
La bicicleta es un caballo con dos ruedas que no deja de andar hasta que se cansa el animal que la monta.



LXXII.
El abanico de billetes no quita tanto el calor como la inseguridad.



LXXIII.
Cuanto el restaurante ofrezca en su carta la “pasta de tornillo”, tiene que disponer en sus bebidas de un “destornillador” para pasarse el plato referido.



LXXIV.
Cuando la luna se ve durante el día, es porque pasó una noche muy difícil en el trabajo —tanto que se quedó dormida, y se olvidó de irse a casa a descansar.



LXXV.
Leo la palabra “bostezo” y me da sueño.



LXXVI.
Era tan perezoso y glotón que lo único que leía era el menú.



LXXVII.
El refrigerio nos deja abierta la puerta del hambre.



LXXVIII.
El reptil es un juguete de acción inservible hasta que el sol matinal le recarga las pilas.


  
LXXIX.
Desde niño ya sospechaba que el limón y la naranja eran primos hermanos.



LXXX.
Las cópulas... cúpulas de las iglesias se me semejan a los “platos de limosnas”, pero volteados. Es decir, vaciados dentro de los “bolsillos que no tienen las sotanas ni los viejos hábitos...”, luego de que se los ofrecieran al cielo, y nadie les contestara.




XX Agreguerías. Parte III.


XLI.
El beso es un secreto que prefirió confesarse en la boca y no en el oído.



XLII.
Cuando hay niebla es cuando uno espera más ver algo.



XLIII.
Para algunos la cabeza sólo es el perchero del sombrero.



XLIV.
Hay “hombres brillantes” no por su cerebro, sí por su cabeza.



XLV.
Los conferencistas se dirigen al auditorio colmado de personas como si estuviera vacío.



XLVI.
El ave es el sommelier, catador de vino, del reino animal.



XLVII.
El servicio de la peluquería es pésimo: siempre nos ponen un babero enorme, pero nunca nos traen la comida.



XLVIII.
Las puertas giratorias son la mejor decisión de los indecisos.



XLIX.
Los caballos de tiro siempre tienen la cara larga.



L.
Los que trabajan en la Banca siempre están sentados.



LI.
Por la mañana el cielo nos sirve de desayunar un gigantesco huevo estrellado.



LII.
La gente que dice ser de “mente abierta” es aquella a la que nunca se le cerró la mollera.



LIII.
Los elefantes tienen patas de raíz de árbol.



LIV.
El jardinero se desempeña como el peluquero y el manicurista de los árboles.



LV.
Algunos árboles parecen seres humanos petrificados —o por decirlo con mayor exactitud, “maderificados”.


  
LVI.
El gato que quiere orinar se inhibe ante la vastísima “caja de arena” del desierto.



LVII.
Las nubes cargadas de tristeza le llenan de agua los ojos al cielo.



LVIII.
Cuando sale a la calle el automóvil se calza las llantas, después de ponerse sus rines.



LIX.
La verdadera utilidad del telescopio astronómico estriba en que el Universo lo usa como microscopio para poder analizarnos.



LX.
El bonsái es un paisaje japonés en miniatura.






XX Agreguerías. Parte II.


XXI.
La luna es el faro natural que guía a los barcos nocturnos.



XXII.
La espalda es la cama sobre la que descansa nuestro sueño.



XXIII.
A partir de nuestros dedos, el ocio interpreta una melodía de impaciencia en el teclado improvisado que tenemos a la mano.



XXIV.
El “dientes de sable” le heredó unos colmillos muy gastados al león marino.



XXV.
El zapato roto de la punta cansó tanto al pie que ya muestra la lengua de fuera.



XXVI.
El hombre impotente se enorgullece de ponerle el freno de mano al automóvil.



XXVII.
Tan pronto como el dentista reclina el sillón de su consultorio para revisarme la boca, me apetece un corte de cabello.



XXVIII.
Cuando la mujer pela un plátano y se lo lleva a la boca, el hombre experimenta calambres en la conciencia.



XXIX.
Las nubes grises son volutas de humo de las fábricas.



XXX.
El pulgar es el martillo mientras que el índice funge simultáneamente como el gatillo y el cañón de la pistola con que los niños juegan a matar.



XXXI.
Las hormigas que caminan por la mañana en el distrito financiero de la ciudad, le hacen cosquillas en los pies a los rascacielos.



XXXII.
Las ciudades se pedorrean por las coladeras.



XXXIII.
Los besos son respiración urgente de boca a boca.


  
XXXIV.
De acuerdo con la Biblia, Eva engañó a Adán con una serpiente... ¡Y desde entonces sigue siendo así... más o menos!



XXXV.
El triángulo es el único instrumento que verdaderamente dispone de un lugar privilegiado durante el concierto orquestal.



XXXVI.
La memoria de la mujer es como la del elefante, sólo que más pesada.
                    
  

XXXVII.
Es sabido, por sus antecedentes hedonistas y dionisíacos, que muchos deportistas ganadores prefieren una copa y una ensaladera, además del plato.



XXXVIII.
Una colmena de abejas: interesante “concepto visual” que cuelga del árbol de nuestra mente.



XXXIX.
El pianista transcribe en el teclado las notas musicales que le dicta la partitura. 



XL.
Tan cierto es el apetito voraz del pingüino que incluso mucho antes de comer se coloca su babero blanco.





Las agreguerías. XX Agreguerías. Parte I.








Las agreguerías.

Ramón Gómez de la Serna nació en Madrid en 1888 y murió en Buenos Aires, Argentina en 1963.

El escritor, periodista y biógrafo vanguardista español fue el creador de la greguería que se define como “agudeza, imagen en prosa que presenta una visión personal, sorprendente y a veces humorística, de algún aspecto de la realidad”.

“Ramón”, como gustaba ser llamado, se refiere al género literario que inventó como “el atrevimiento de definir lo indefinible, a capturar lo pasajero, a acertar lo que puede no estar en nadie o puede estar en todos”, y delimitó el concepto a partir de la siguiente ecuación: Metáfora + Humor = Greguería. (Para quien guste conocer más acerca de éstas, lo remito a un par de entradas donde podrá leer una selección: http://caesarisnv.blogspot.mx/search/label/Ram%C3%B3n%20G%C3%B3mez%20de%20la%20Serna).

En algunos otros pasajes de su obra el autor ensayó “explicaciones”:


Desde 1910 me dedico a la greguería, que nació aquel día de escepticismo y cansancio en que cogí todos los ingredientes de mi laboratorio, frasco por frasco, y los mezclé, surgiendo de su precipitado, depuración y disolución radical, la greguería. Desde entonces la greguería es para mí la flor de todo lo que queda, lo que vive, lo que resiste más al descreimiento. La greguería ha sido perseguida, denigrada, y yo he llorado y reído por eso entremezcladamente, porque me ha dado pena y me ha hecho gracia.


Desde hace tiempo tenía conocimiento de la existencia de estos pequeños textos y, aunque no recuerdo con certeza, supongo que en otra etapa de la vida los leí.

Hace poco adquirí un libro que compilaba algunos —se cuenta que Gómez de la Serna escribió ¡más de diez mil greguerías!

Había visto el ejemplar durante visitas anteriores a ferias y librerías y, por más inverosímil que parezca, sentía como si hubiera un vínculo entre nosotros: como si la curiosidad me invitara a leerlo. Después de hacerlo, puedo afirmar que, en efecto, Ramón y yo estábamos predestinados a encontrarnos.

He disfrutado muchísimo de las greguerías no sólo por lo que dicen con su brevedad contundente, sino también por la estimulación mental —el redescubrimiento del mundo cotidiano— que generan tanto literaria como vitalmente: mi percepción se aguzó y comencé a ver con la imaginación y no solamente con los ojos: “Una greguería no se busca, sino que surge espontáneamente en la mente del poeta, es la impresión de un objeto en la mente del poeta.”

Al salir a la calle se me presentan por doquier greguerías vivas que se convierten en palabras. La aparente facilidad de estos “aforismos humorísticos”, los cuales, sin embargo son desconcertadores, perturbadores, deslumbrantes..., siembran la incertidumbre, en quien los lee por primera vez, de que habrá que releerlos para comprender cabalmente tanto su significado como su sentido.

Para expresar la continuidad del género, pero al mismo tiempo establecer un nuevo comienzo en él, inventé el neologismo “agreguería”.

Ramón vivió en un mundo cambiante que experimentó los primeros pasos de la tecnología: el ferrocarril, la radio, el automóvil, la fotografía, el cinematógrafo... El tiempo transcurrió y aquellos artefactos e inventos que maravillaron a la Humanidad hoy se encuentran en museos. Sin embargo, la esencia del visionario Gómez de la Serna aún prevalece: “Una greguería es el buscapiés del pensamiento.”

“Las agreguerías son manos que se introducen en la tómbola de mi cabeza, y revuelven mi cerebro para sacar pequeños pedazos de papel de mi vida con palabras escritas en ellos” y “se encuentran en las uniones de la red que teje la araña: ahí donde el mundo converge.” Pero también son impresiones de nuestro tiempo, arraigadas profundamente a la realidad. Están escritas bajo la sociedad de consumo por un ser humano satírico. Y para comprenderlas basta con remitirse a la mitología personal y social: a los convencionalismos de los sentidos.

Quien conozca a fondo las greguerías identificará inmediatamente que las agreguerías tienen una gran deuda respecto de las “observaciones” que Ramón Gómez de la Serna hizo durante la primera parte del siglo XX: puertas que aquél dejó entreabiertas y a las que yo entré paulatinamente para descubrir lo que había más allá.







I.
El teléfono es un grito neurótico e incesante que se ahoga en la tranquilidad de nuestra indiferencia.




II.
Los mecánicos son los dentistas de los automóviles.



III.
Los dedos que golpean las teclas de la máquina de escribir salpican de letras la hoja en blanco.



IV.
Convidamos ocasionalmente a la vajilla de porcelana a compartir la mesa con nosotros.



V.
Los compradores siempre le pican los ojos al queso gruyere cuando lo señalan en las tiendas.



VI.
El tenista juega con su guitarra al revés.



VII.
Era tan frívola que creía que los maniquíes le sonreían por las compras que acababa de realizar en la tienda departamental.



VIII.
Cuando la i crece y se convierte en I pierde la pequeña pelota con que solía jugar cuando era niña.



IX.
Cuando abrimos el armario y sale un mosquito, inmediatamente queremos matarlo como si se tratara del amante de nuestra mujer.



X.
La jirafa se sube en sus zancos para ver desde arriba —y con desdén— a ese mono sin pelo que la visita en el zoológico.



XI.
Los delfines que trabajan en el parque acuático se desnucan una y otra vez contra el agua para el entretenimiento público.



XII.
El gancho de ropa abandonado fungió durante mucho tiempo como antena del televisor.



XIII.
Una silla sin aceitar es un animal herido que se queja.

                                                                          

XIV.
La caja registradora —llena de billetes y monedas— nos enseña la lengua cuando se abre para darnos el cambio.



XV.
El bebé de los fumadores le convida de su chupón a la visita que fuma, con el propósito de que ésta le retribuya el gesto con un cigarrillo.



XVI.
A pesar de que el río pasa a diario por el puente, nunca lo usa.



XVII.
El calzador es la cucharada de jarabe que se niega a tomar el zapato enfermo.



XVIII.
De-funciones continuas están hartos los primeros actores.



XIX.
El molino es el ventilador (descompuesto) del paisaje.



XX.
El agua clara nos refleja, aunque las aguas negras nos reflejan aún más.





viernes, 19 de octubre de 2012

Era de esperar.

Era de esperar

que el cielo se rompiera
en mil pedazos
y se nos cayera en los ojos
inhibiendo la tristeza
que sobra a nuestras lágrimas
Era desesperar
la muerte
                        nada más

miércoles, 17 de octubre de 2012

Robaí.


Robaí (imperfecto).

Ser humano siempre me entristece el alba.
Saber que sólo vine a desaparecer.
Vivir sin llanto en palabras de viento:
Esclavo de esta carne de dios marchita.




Autorretrato. Tlalchapa, Guerrero. México.

Санкт-Петербург [Sankt-Peterburg: San Petersburgo].


Санкт-Петербург [Rus. San Petersburgo]

La tristeza es más triste aquí,
donde se convierte en ciudad:
el Nevá se refleja en el cielo,
nublando el ánimo: el sol se esboza
detrás de las nubes, y uno quisiera llorar
como lo hace San Petersburgo.




Cúpulas de la Iglesia del Salvador sobre la sangre derramada.
San Petersburgo, Rusia. Septiembre de 2012.

Horizonte vertical.


Olas.


Otoño.


Otoño

Llueven
hojas secas
sobre el suelo
bajo mis pies
de hojarasca
cruje el cielo




martes, 16 de octubre de 2012

Árbolidad.


Árbolidad

Nada
más hipócrita
que un árbol:

se muestra
difer ente

cuando sólo
se disfraza
de verde




Jardines del Palacio de Versalles. Francia. Marzo de 2012.