CLXXVI.
¡Buenos días! Ya me voy a
correr... las persianas.
CLXXVII.
A la comunidad literaria: Se me
acaba de notificar que soy acreedor al Premio que viene en el interior del
“Kinder sorpresa”.
CLXXVIII.
El siguiente paso evolutivo de
la Humanidad es la extinción.
CLXXIX.
Los premios literarios son el
mejor castigo que pueden recibir los escritores.
CLXXX.
Para las personas sólo hay algo
peor que conocerme. Y es que yo los conozca.
CLXXXI.
¡Es un placer desconocerte!
CLXXXII.
La realidad me es ajena: por no
decir que indiferente.
CLXXXIII.
Hombres, entiendan esto: Las
mujeres se cogen a quien ellas quieren, no a quien las quiere.
Versión
censurada: Las mujeres se quedan con quien quieren, no con
quien las quiere.
CLXXXIV.
Se conversa con las mujeres
escuchándolas.
CLXXXV.
Sólo la Muerte puede hacernos
inmortales.
CLXXXVI.
Que la Muerte te sorprenda siempre
haciendo planes.
CLXXXVII.
La enfermedad vuelve la vida
más valiosa y cercana; esa misma que, en la cotidianidad, nos parece común.
CLXXXVIII.
La educación que me dieron mis
padres fue tan extraordinaria que, muy a mi pesar, soy una buena persona.
CLXXXIX.
Nadie tiene derecho de arruinar
la felicidad de los demás. Yo por eso no les confieso que todo el mal que me
hacen, sólo me resulta benéfico.
CXC.
Yo no escribo para los que me
leen, sino para aquellos que no lo hacen.
CXCI.
¡Yo sí que no podría vivir sin
las personas! ¿De quién me burlaría entonces!
CXCII.
La Vida me dotó con una mente
poderosísima, y para dominarla me dio un carácter implacable. Y, sin embargo, fue
insuficiente.
CXCIII.
Esta discusión no llegará a
ningún lado: tú eres un envidioso y yo un ególatra.
CXCIV.
Mexicanos, compatriotas, los
conmino a preservar nuestras tradiciones: que no se pierda la bonita costumbre
de andar chingando la madre.
CXCV.
Ya me voy a la verga... digo, a
dormir.
CXCVI.
Tomé la decisión de dejar de
beber... ¡Y me la tomé muy en serio!
CXCVII.
Las personas como ser social, y
los libros como escritor y lector, son dos elementos de los cuales puedo
prescindir, sin problema alguno, por lapsos prolongados de tiempo.
CXCVIII.
A pesar de mi egolatría, en el
trabajo soy tan humilde, que me permito acatar órdenes de imbéciles.
CXCIX.
El serio problema de salud
pública —la obesidad— que priva en el país, yo lo padezco diariamente en el
transporte público, donde soy incomodado —ya sentado, ya parado— por estos
“gordos” a los que aluden las estadísticas.
CC.
Como si haber nacido no fuera
suficiente castigo, además lo hice en México.
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