lunes, 10 de junio de 2013

XXV Maxinimias, parajodas, refracciones, desdichos y mandamentadas. Parte 6.

CXXVI.
Dispongo de una notable capacidad para reponerme de las desgracias ajenas.



CXXVII.
¡Qué desgracia más grande la de conocer seres humanos!



CXXVIII.
Se fabrican y venden chalecos para enfrentar a la Muerte: unos para evitar las balas, y otros la bronconeumonía.



CXXIX.
Este mundo está lleno de seres maravillosos... se llaman perros.



CXXX.
Decagálogo. Mandamentada (5).

Te trataré según como te portes conmigo.



CXXXI.
Hay que ser prudente para no arruinar la venganza con amenazas prematuras.



CXXXII.
Nunca te lamentes de que una persona se muestre tal como es —ni siquiera si eres tú mismo.



CXXXIII.
Sólo hay algo mucho peor de que nadie nos ame, y es no amarse a sí mismo.



CXXXIV.
Juzgamos severamente a nuestros congéneres, siendo que son el modelo a seguir para no ser como ellos.



CXXXV.
Tolero con dificultad la estupidez de los hombres, pero no la soporto en las mujeres (Acaso sea porque yo las tengo en mejor concepto del que ustedes mismas se tienen).



CXXXVI.
Haz lo contrario de lo que diga la mujer, y de cualquier modo quedarás tan mal como si hubieras hecho lo que quería.



CXXXVII.
Los hombres sólo requieren de carne para satisfacer sus necesidades: ya sea en la mesa o en la cama.



CXXXVIII.
Ufanarse por victorias ajenas es de perdedores.



CXXXIX.
Hay gente que no es nada, y sin embargo se cree todo.



CXL.
Cuídate de los aduladores, pueden volverte más estúpido de lo que ya eres.



CXLI.
No me sorprende que mi país esté lleno de hijos de la chingada con los padres que tiene.



CXLII.
Si pasa una arribista por aquí, yo me subo con ella al penthouse que le puso su amante.



CXLIII.
La suerte de los estultos se llama sociedad.



CXLIV.
La burla es algo que debe tomarse con seriedad. Nunca a broma.



CXLV.
No humillar a quien goza de una jerarquía superior a la mía, es un capricho que le permito, de vez en cuando, a mi carácter vengativo.



CXLVI.
Mucho me temo que el respeto que me inspiran algunas escasas personas es muy superior al que ellas mismas se tienen.



CXLVII.
Por ningún motivo permitan que los engañen. Nunca los llamé “imbéciles”. Yo me referí a ustedes como “pendejos”.



CXLVIII.
En mi crueldad hay más compasión que en su piedad.
  


CXLIX.
Creo que usted me confunde con algún otro hombre de su vida, señorita: a mí nadie me manipula con sexo.



CL.
Pedófilos que sermonean a los niños arrodillados desde la altura del púl-pito.




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