viernes, 21 de diciembre de 2012

XX Agreguerías. Parte XII.


CCXXI.
Los buzos de antes llevaban una pecera en la cabeza para pasar desapercibidos en el mar.



CCXXII.
La bruja de los cuentos infantiles dilapidó el oro que había dentro del caldero que le robó al duende del arcoíris.



CCXXIII.
Llamamos astronautas a los buzos que flotan en el espacio exterior.



CCXXIV.
Seguramente a los generales famosos de la historia les sucedía lo que a los niños con sus soldados de plástico: no les importaba perderlos en el campo de batalla porque tenían muchos repetidos.



CCXXV.
La mariposa es el moño con que envolvieron la bomba de tiempo que llamamos planeta.



CCXXVI.
La Naturaleza no se obsequia a sí misma con insignificantes ramilletes de flores.



CCXXVII.
El chaleco es una camiseta sin mangas ni cuello que usamos en temporada de frío para que nos caliente el pecho y se nos enfríen los brazos y la garganta.



CCXXVIII.
El aspersor escupe el chorro de agua por el chiste que le contaron recientemente.



CCXXIX.
Alguna vez cuando defeco se me escapa involuntariamente una lágrima por la mejilla, y me pregunto si no será un modo inconsciente de despedirme de lo que comí.



CCXXX.
El bostezo aspira a ser un alarido eterno; sin embargo, no es sino un grito sordo que se apaga y nos deja los ojos anegados de lágrimas sin verter.



CCXXXI.
La perspectiva nos guiña el ojo del anillo, mostrándonos simultáneamente la pequeñez que hay dentro de su circunferencia, y la vastedad fuera de ella.



CCXXXII.
Seña con la mano de que “todo está perfecto”. Anillo de dedos: catalejo por medio del que los locos miran alejarse su cordura en el horizonte.



CCXXXIII.
El jorobado salió de casa demasiado temprano y se olvidó de quitarle el gancho a la camisa.



CCXXXIV.
El alcohol es el lubricante sexual de los tímidos.



CCXXXV.
Más le habría valido al adivino no decir anoche: “Ahora sí voy a caer muerto.” Porque eso fue precisamente lo que sucedió.



CCXXXVI.
Las agreguerías son manos que se introducen en la tómbola de mi cabeza, y revuelven mi cerebro para sacar pequeños pedazos de papel de mi vida con palabras escritas en ellos.



CCXXXVII.
La garza que camina ante mis ojos es un dinosaurio que revive en mi imaginación.



CCXXXVIII.
Los caracoles son los teléfonos desechables con que el mar se comunica con la tierra.



CCXXXIX.
Los creyentes que rezan dentro de los templos siempre parecen estar cansados.



CCXL.
La regadera nos rebautiza con agua de la llave.





Imagen de la película Un chien andalou, Un perro andaluz, de Luis Buñuel, que data de 1929.

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