CCLXXXI.
La diarrea nos obliga a postrarnos
toda la noche y la madrugada ante San Itario para que acabe con nuestro mal.
CCLXXXII.
La tristeza nos inspira a abrir
el paraguas.
CCLXXXIII.
Aun
cuando las muñecas de juguete son niñas, son asexuales.
CCLXXXIV.
El döner kebap es la versión turca del trompo y los tacos al pastor
mexicanos.
CCLXXXV.
El ser humano que busca en la
alfombra algo que perdió, encuentra el pasado de su especie en el suelo.
CCLXXXVI.
Los billetes viejos y extranjeros
tienen algo de alfombras mágicas.
CCLXXXVII.
Los pájaros siempre traen las
manos dentro de los bolsillos cuando no vuelan.
CCLXXXVIII.
Las pasas puestas en agua para
limpiarse son los dedos que olvidamos en el recipiente hasta que los sacamos
con nuestra mano.
CCLXXXIX.
Los periódicos son papel
higiénico con fecha de caducidad.
CCXC.
Excusa: disculpa del orgulloso.
CCXCI.
La toronja es una naranja
amarga.
CCXCII.
El zapato tenis colgado de los
cables es un pájaro al que la parvada dejó atrás.
CCXCIII.
Las prostitutas no sabrían en
dónde pararse si las esquinas no existieran.
CCXCIV.
Las hormigas son la avanzada
del paro cardíaco.
CCXCV.
Algunos poetas calvos laureados
parecen portar en la cabeza una corona maltrecha.
CCXCVI.
Agreguería
creada por el ingenio popular mexicano: “Las palmeras borrachas de
sol.”
CCXCVII.
Otra
agreguería creada por el ingenio popular mexicano: “Dormir:
cerrar los ojos es mirar para adentro.”
CCXCVIII.
Para rayos como esos se hizo la
tormenta.
CCXCIX.
Le soplamos tan fuerte a las
velas de nuestro pastel de cumpleaños que nuestro aliento impele las velas del
barco que navega.
CCC.
El durazno tiene cara de culo.
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