CCLXI.
El viejo sordo que se coloca el
cuerno en el oído, escucha el llamado a la guerra del corno (aerófono) del
pasado.
CCLXII.
Nada nos hace sentir tan solos
como haber perdido un guante.
CCLXIII.
La arena es sal que se quedó
dormida bajo el sol abrasador.
CCLXIV.
El último lapso del “año viejo”
contiene el reloj regresivo de una bomba de tiempo.
CCLXV.
Las “cachetadas con guante
blanco” desaparecieron cuando se extinguieron los caballeros de la faz de la
tierra hace ya algunos millones de años.
CCLXVI.
Los primeros cronómetros
parecían brújulas para ubicarse en el tiempo.
CCLXVII.
La tristeza de las cebollas es
contagiosa.
CCLXVIII.
La respiración de boca a boca
es el beso que, a pesar del mal aliento, se da por compromiso con la vida.
CCLXIX.
Los fuegos artificiales son las
fuentes brotantes de la noche.
CCLXX.
Las carreteras son los
cementerios de los restos animales insepultos.
CCLXXI.
Cuando uno viaja a la provincia
experimenta la sensación de ser un elemento artificial colocado arbitrariamente
dentro de la maqueta del paisaje natural.
CCLXXII.
La nopalera es un ejército de
babosos.
CCLXXIII.
El ombligo es el botón que se
le bota a nuestro chaleco cuando comemos demasiado.
CCLXXIV.
La parte de la reja de la amada
que da a la calle, es la cárcel al aire libre más estrecha que existe para el
enamorado.
CCLXXV.
Agreguería
inspirada en una fotografía publicada en la red: El
foco economizador es hijo de la bombilla y el helado suave de máquina.
CCLXXVI.
Las gaviotas son las ratas del
aire.
CCLXXVII.
Cuando el alcohólico se sienta
en el desayunador de la cocina por la mañana, y está a punto de pedirle un
trago al cantinero, se percata a tiempo de que su mujer está del otro lado de
la barra.
CCLXXVIII.
Las personas que padecen de
“nevus de ota” tienen eclipse de ojo y/o cara.
CCLXXIX.
Los primeros aviones caminaron
con inseguridad por la cuerda floja de la aeronáutica.
CCLXXX.
Quien abre un regalo debe tener
cuidado de que la sorpresa no le explote en la cara.
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