lunes, 17 de diciembre de 2012

XX Agreguerías. Parte IX.


CLXI.
El cantinero orina en nuestro vaso cuando nos sirve de beber.



CLXII.
La jeringa se excita y eyacula cuando ve el trasero que inyectará.



CLXIII.
En su búsqueda de alimento el gallo le hace el sexo oral a la tierra.



CLXIV.
El levantador de pesas carga la ley de la gravedad.



CLXV.
El fumador pronto se convertirá en las cenizas de su cigarro.



CLXVI.
La hamaca es una resortera tropical.



CLXVII.
Algunas mujeres se envuelven como regalo que se vende.



CLXVIII.
El calvo parece mentarle la madre al Señor cuando se persigna en la iglesia.



CLXIX.
La eyaculación femenina es el yacimiento petrolífero que descubrió por accidente la perforadora en el desierto.



CLXX.
Las nalgas, más que “asentaderas”, “posaderas”..., deberían llamarse “agarraderas”.



CLXXI.
Los mineros buscan la oscuridad con sus lámparas.



CLXXII.
Me siento el conductor de una locomotora de vapor cuando jalo la cadena de la ducha para bañarme.



CLXXIII.
Somos nuestros propios emperadores en el coliseo romano cuando viajamos de pulgar.



CLXXIV.
La vejez es el bastón sobre el que se encorva nuestra existencia.



CLXXV.
No hay bastón de dulce más amargo que aquel con que nos obsequian cuando estamos viejos.



CLXXVI.
Según ustedes, la libertad es una cadena rota, el tañido de una campana, una bandera ondeante...



CLXXVII.
Praga es la maqueta de una ciudad dentro de un castillo.



CLXXVIII.
Las edificaciones de Brujas están hechas de galletas, chocolates y dulces.
                                       


CLXXIX.
Estambul: El cielo se siente amenazado por las cúpulas y los minaretes de las mezquitas —los cascos y las armas de los guerreros otomanos respectivamente— que lo amenazan desde el suelo.



CLXXX.
Londres tiene un reloj gigante de pulsera en el brazo del Támesis.





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