CLXI.
El cantinero orina en nuestro
vaso cuando nos sirve de beber.
CLXII.
La jeringa se excita y eyacula
cuando ve el trasero que inyectará.
CLXIII.
En su búsqueda de alimento el
gallo le hace el sexo oral a la tierra.
CLXIV.
El levantador de pesas carga la
ley de la gravedad.
CLXV.
El fumador pronto se convertirá
en las cenizas de su cigarro.
CLXVI.
La hamaca es una resortera
tropical.
CLXVII.
Algunas mujeres se envuelven
como regalo que se vende.
CLXVIII.
El calvo parece mentarle la
madre al Señor cuando se persigna en la iglesia.
CLXIX.
La eyaculación femenina es el
yacimiento petrolífero que descubrió por accidente la perforadora en el
desierto.
CLXX.
Las nalgas, más que
“asentaderas”, “posaderas”..., deberían llamarse “agarraderas”.
CLXXI.
Los mineros buscan la oscuridad
con sus lámparas.
CLXXII.
Me siento el conductor de una
locomotora de vapor cuando jalo la cadena de la ducha para bañarme.
CLXXIII.
Somos nuestros propios
emperadores en el coliseo romano cuando viajamos de pulgar.
CLXXIV.
La vejez es el bastón sobre el
que se encorva nuestra existencia.
CLXXV.
No hay bastón de dulce más
amargo que aquel con que nos obsequian cuando estamos viejos.
CLXXVI.
Según ustedes, la libertad es
una cadena rota, el tañido de una campana, una bandera ondeante...
CLXXVII.
Praga es la maqueta de una
ciudad dentro de un castillo.
CLXXVIII.
Las edificaciones de Brujas están
hechas de galletas, chocolates y dulces.
CLXXIX.
Estambul: El cielo se siente
amenazado por las cúpulas y los minaretes de las mezquitas —los cascos y las
armas de los guerreros otomanos respectivamente— que lo amenazan desde el
suelo.
CLXXX.
Londres tiene un reloj gigante
de pulsera en el brazo del Támesis.
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