miércoles, 5 de diciembre de 2012

XX Agreguerías. Parte VI.



CI.
A la camisa le da tanto gusto que la descolguemos para ponérnosla, que nos agradece sinceramente con —o sin— las mangas extendidas.


                         
CII.
¡Vaya carretada de aplausos que se llevó el mosquito por toda la habitación antes de morir!



CIII.
La lolita le hace el sexo oral a su paleta.



CIV.
Las nubes son la ropa interior que el cielo tiende a secar al sol antes de que llueva.



CV.
El mar es un desierto inmenso de arena.



CVI.
La guerra es la paz de la industria armamentista.



CVII.
La palabra “chistorra” me suena “chistosa”.



CVIII.
Incluso cuando el mago saca un pañuelo de su bolsillo para sonarse la nariz, pensamos que realiza un acto de magia.



CIX.
El fumador se convierte en su propio enterrador cuando llena su pipa con tabaco.



CX.
Acaso el diplomático sea el único personaje a quien por ningún motivo se le pueden olvidar las credenciales.


      
CXI.
El locutor es el merolico de la radio.



CXII.
Hay locos que ansían el abrazo entrañable de una camisa de fuerza.



CXIII.
Con las pelotas que nos rompieron en la infancia llegamos a cuestas a la adultez.



CXIV.
Cuando presenciamos el bostezo de una mujer hermosa nos contagiamos, y nos queremos ir a dormir con ella inmediatamente.



CXV.
La comezón es un padecimiento que se transmite por vía óptica.



CXVI.
Se hace la fila de los trámites burocráticos, sin saber que al llegar a la ventanilla uno protagonizará su propia película de terror.



CXVII.
El violonchelista degüella el sonido.



CXVIII.
El uniforme de las azafatas incluye un pañuelo que usan para limpiarse discretamente el lápiz labial corrido, después de merendarse al piloto.



CXIX.
El alacrán aplastado en el piso es un recuerdo de fósil.



CXX.
La lima es el hijo incestuoso del limón y la naranja.




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