CI.
A la camisa le da tanto gusto
que la descolguemos para ponérnosla, que nos agradece sinceramente con —o sin—
las mangas extendidas.
CII.
¡Vaya carretada de aplausos que
se llevó el mosquito por toda la habitación antes de morir!
CIII.
La lolita le hace el sexo oral a su paleta.
CIV.
Las nubes son la ropa interior
que el cielo tiende a secar al sol antes de que llueva.
CV.
El mar es un desierto inmenso
de arena.
CVI.
La guerra es la paz de la
industria armamentista.
CVII.
La palabra “chistorra” me suena
“chistosa”.
CVIII.
Incluso cuando el mago saca un
pañuelo de su bolsillo para sonarse la nariz, pensamos que realiza un acto de
magia.
CIX.
El fumador se convierte en su
propio enterrador cuando llena su pipa con tabaco.
CX.
Acaso el diplomático sea el
único personaje a quien por ningún motivo se le pueden olvidar las
credenciales.
CXI.
El locutor es el merolico de la
radio.
CXII.
Hay locos que ansían el abrazo
entrañable de una camisa de fuerza.
CXIII.
Con las pelotas que nos
rompieron en la infancia llegamos a cuestas a la adultez.
CXIV.
Cuando presenciamos el bostezo
de una mujer hermosa nos contagiamos, y nos queremos ir a dormir con ella
inmediatamente.
CXV.
La comezón es un padecimiento
que se transmite por vía óptica.
CXVI.
Se hace la fila de los trámites
burocráticos, sin saber que al llegar a la ventanilla uno protagonizará su
propia película de terror.
CXVII.
El violonchelista degüella el
sonido.
CXVIII.
El uniforme de las azafatas
incluye un pañuelo que usan para limpiarse discretamente el lápiz labial
corrido, después de merendarse al piloto.
CXIX.
El alacrán aplastado en el piso
es un recuerdo de fósil.
CXX.
La lima es el hijo incestuoso
del limón y la naranja.
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