CDI.
Rara vez encontramos en la calle mujeres con
cuerpo de maniquí; sí muchas de maní.
CDII.
El
trompetista se empina la botella de trompeta.
CDIII.
Quisiera tener la profesión de-sastre para
ponerles las manos encima a las mujeres con talle de corsé.
CDIV.
Los niños cariñosos se envuelven como bufandas
en el cuello de sus padres.
CDV.
¡Tal
parece que soplándole, el flautista quiere sacarle el polvo a su instrumento!
CDVI.
Dormir es morir junto a un tanque de oxígeno que
se vacía para siempre.
CDVII.
Persianas:
coquetería de ventanas.
CDVIII.
La casa
usa como aretes los aldabones del portón.
CDIX.
El
vendedor de corbatas tiene agarrados del cuello a sus clientes.
CDX.
El mimo
se rasura con su navaja imaginaria la barba de crema batida que le hizo el
payaso con su sifón durante la fiesta infantil.
CDXI.
Mantelero:
torero de las mesas.
CDXII.
Los
boxeadores se dan golpes mortales acolchonados.
CDXIII.
La
pajilla hace las de pitillo para el adolescente.
CDXIV.
El
fregadero es donde lavamos a regañadientes los platos por órdenes de nuestras
madres.
CDXV.
El ser
humano que no ha ido al mar, no conoce el mundo.
CDXVI.
El frío
hace ver más desolados los lugares.
CDXVII.
Al
fuego le emocionan los incendios.
CDXVIII.
Las
mujeres se masturban tocando las cuerdas de su requinto.
CDXIX.
El
chaleco fue alguna vez un suéter al que torturaron en el potro de castigo.
CDXX.
¡Ah, ojalá también a nosotros nos pudieran
enviar a la tintorería para quitarnos las arrugas del traje de Eva y Adán!
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