CDLXXXI.
Los
boxeadores siempre se van a dormir de golpe.
CDLXXXII.
Las
tiendas venderían muchos más sillones si los ofrecieran como la “cama de la
sala para maridos”.
CDLXXXIII.
Los arqueólogos desempolvan la
Historia con su escobilla.
CDLXXXIV.
Cuando desde el suelo saludo a
la distancia a un conocido que se encuentra en el piso alto de un edificio, me
siento como un niño que, desde su infancia, se despide de un anciano en las
postrimerías de la vida.
CDLXXXV.
Al caminar por la calle y ver a
un par de sujetos con abdómenes abultadísimos —y un tercero de espaldas en
medio de ellos—, me detengo expectante para presenciar el inicio del encuentro
de zumo.
CDLXXXVI.
A los vikingos los engañaban sus
esposas.
CDLXXXVII.
La sopa de letras da la
sensación de que uno se come sus propias palabras.
CDLXXXVIII.
Con razón los recién nacidos
berrean al llegar a este mundo.
CDLXXXIX.
La elucubración lubrica el
cerebro.
CDXC.
Los sismólogos interrogan a la
tierra con sus polígrafos gigantes.
CDXCI.
Nos creemos artesanos del vidrio
cuando hacemos burbujas al soplarle a la leche con chocolate.
CDXCII.
Algún bromista le puso las
ruedas de orejas a la cámara cinematográfica antigua.
CDXCIII.
El viejo sordo no puede
escuchar la música porque olvidó su cuerno en el fonógrafo que suena.
CDXCIV.
Nuestros presumidos antecesores
solían viajar en automóviles de colección.
CDXCV.
Las ramas de los árboles son
las venas salientes del cielo.
CDXCVI.
La Humanidad zarpó de 1900 y
aterrizó en 1999.
CDXCVII.
La Remington le esbozaba una sonrisa
a quien se sentaba a escribir en ella.
CDXCVIII.
El perro de casa me olisquea
con reproche al percibir el olor de otro perro con el que jugueteé en la calle.
CDXCIX.
Las manos son el espejo donde
se reflejan nuestros años.
D.
Las polillas son la corbata de
moño con que se atavía la Muerte cuando asiste a los sepelios.
Ramón Gómez de la Serna (1888-1963). Creador de la greguería. |
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