lunes, 5 de agosto de 2013

XXV Maxinimias, parajodas, refracciones, desdichos y mandamentadas. Parte 7.

CLI.
Hay vendedoras hermosas y jóvenes, a quienes sí dan ganas de comprar... un automóvil, una casa, e incluso un yate...



CLII.
Algún día aparentaré la edad que tengo realmente, lo prometo.



CLIII.
Sólo hay algo que detesto más que a políticos, abogados, periodistas...; y es a los seres humanos.

                  

CLIV.
Lo que más me gusta de mi trabajo es salir de él.



CLV.
Ustedes aspiran a la felicidad; yo, en cambio, a ser menos infeliz.



CLVI.
No comprendo por qué la gente se sorprende tanto con la conversión del agua en vino. Yo convierto el vino en agua, y no predico con ello, ni lo pregono por doquier.



CLVII.
En realidad mi trabajo no me disgusta tanto como la gente con la que laboro.



CLVIII.
Fieles a su prurito de limpieza, las mujeres se llevan antes a la boca aquello sobre lo que se sentarán posteriormente.



CLIX.
Discúlpense si los ofendí.



CLX.
A pesar de ustedes, fue una buena vida.



CLXI.
Nunca sufrí una derrota: siempre me retiré antes de que comenzara la batalla.



CLXII.
Un niño grosero es culpa de sus padres. Un adulto grosero, de sí mismo.



CLXIII.
Soy un excelente actor a tal grado, que soy capaz de interesarme en lo que en realidad me importa.



CLXIV.
Padres, estén tranquilos: sus hijos vengarán a los abuelos.



CLXV.
Me resulta molesto que en los empleos se señale eso de “sexo indistinto”, mientras yo me he esforzado tanto por definirme.



CLXVI.
Me interesa mucho que quienes piensan que soy misógino, no se queden con una idea errónea y parcial sobre mí: soy misántropo.



CLXVII.
La gente quiere a las personas como yo de su lado, nunca junto a ella.



CLXVIII.
Las esposas de los toreros gustan asistir a la plaza para experimentar, aunque sea una vez en su vida, una “corrida”.



CLXIX.
Después de analizarlo concienzudamente, he llegado a la conclusión de que el término “misántropo” no es adecuado para mí: yo no odio a los humanos; sólo los desprecio.



CLXX.
Considero que de las dos opciones que disponía como ser humano, afortunadamente me tocó, no la mejor, sino la menos peor. Escribo esto sin misoginia —acaso sea el único texto que he escrito, que carece de ella.



CLXXI.
Aquí en México me encuentro rodeado por una bola de vencejos.



CLXXII.
Mi bienestar no me alegra tanto por mí, sino por la envidia que les genera.



CLXXIII.
Ustedes ni se imaginan cuánto bien me hace que les vaya mal.



CLXXIV.
Pórtense con su perro como les gustaría que los trataran sus hijos cuando sean ancianos.



CLXXV.
La sociedad humana sería perfecta si careciera de personas.




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