CXXVI.
Dispongo de una notable
capacidad para reponerme de las desgracias ajenas.
CXXVII.
¡Qué desgracia más grande la de
conocer seres humanos!
CXXVIII.
Se fabrican y venden chalecos
para enfrentar a la Muerte: unos para evitar las balas, y otros la bronconeumonía.
CXXIX.
Este mundo está lleno de seres
maravillosos... se llaman perros.
CXXX.
Decagálogo. Mandamentada (5).
Te trataré según como te
portes conmigo.
CXXXI.
Hay que ser prudente para no
arruinar la venganza con amenazas prematuras.
CXXXII.
Nunca te lamentes de que una
persona se muestre tal como es —ni siquiera si eres tú mismo.
CXXXIII.
Sólo hay algo mucho peor de que
nadie nos ame, y es no amarse a sí mismo.
CXXXIV.
Juzgamos severamente a nuestros
congéneres, siendo que son el modelo a seguir para no ser como ellos.
CXXXV.
Tolero con dificultad la
estupidez de los hombres, pero no la soporto en las mujeres (Acaso sea porque
yo las tengo en mejor concepto del que ustedes mismas se tienen).
CXXXVI.
Haz lo contrario de lo que diga
la mujer, y de cualquier modo quedarás tan mal como si hubieras hecho lo que
quería.
CXXXVII.
Los hombres sólo requieren de
carne para satisfacer sus necesidades: ya sea en la mesa o en la cama.
CXXXVIII.
Ufanarse por victorias ajenas
es de perdedores.
CXXXIX.
Hay gente que no es nada, y sin
embargo se cree todo.
CXL.
Cuídate de los aduladores,
pueden volverte más estúpido de lo que ya eres.
CXLI.
No me sorprende que mi país
esté lleno de hijos de la chingada con los padres que tiene.
CXLII.
Si pasa una arribista por aquí,
yo me subo con ella al penthouse que le puso su amante.
CXLIII.
La suerte de los estultos se
llama sociedad.
CXLIV.
La burla es algo que debe
tomarse con seriedad. Nunca a broma.
CXLV.
No humillar a quien goza de una
jerarquía superior a la mía, es un capricho que le permito, de vez en cuando, a
mi carácter vengativo.
CXLVI.
Mucho me temo que el respeto
que me inspiran algunas escasas personas es muy superior al que ellas mismas se
tienen.
CXLVII.
Por ningún motivo permitan que
los engañen. Nunca los llamé “imbéciles”. Yo me referí a ustedes como
“pendejos”.
CXLVIII.
En mi crueldad hay más
compasión que en su piedad.
CXLIX.
Creo que usted me confunde con
algún otro hombre de su vida, señorita: a mí nadie me manipula con sexo.
CL.
Pedófilos que sermonean a los
niños arrodillados desde la altura del púl-pito.
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