jueves, 8 de noviembre de 2012

XXV Maxinimias, parajodas, refracciones, desdichos y mandamentadas. Parte 1.


Las Maxinimias, parajodas, refracciones, desdichos y mandamentadas son textos que reflejan uno de los elementos fundamentales de mi carácter: el humor negro, aderezado con el pesimismo y el descreimiento.

Se trata de pequeñas “distorsiones”, cuya esencia es la sátira. Para conseguir el efecto deseado, me valgo de la procacidad y el lenguaje soez.





I.
Aclaración.
(Para responder a la “muy mexicana” pregunta: “¿Y tú de qué te ríes, pendejo?”)

“No me estoy riendo; me estoy burlando”.



II.
Incluso en las películas, los documentales..., los alemanes son malos.



III.
Hay niños que no deberían ser educados sino amaestrados, del mismo modo en que hay profesores —sindicalizados y no—, a los que deberían regresar al corral del que los sacaron.



IV.
La sociedad está llena de individuos vacíos quienes creen que la Vida es su fiesta, y que los demás sólo son invitados que existen para acompañarlos, admirarlos, adularlos... A esta clase de personas no les interesan los demás. Lo que ellos quieren es un mico disfrazado que les aplauda con los platillos cuanto dicen y hacen.



V.
Finalmente he encontrado un uso inteligente para el Smartphone —me refiero concretamente al BlackBerry. Redacto en él pensamientos, poemas, poenimios... —desde hace tiempo ya lo empleaba como despertador. Y quién sabe, quizá algún día lo utilice para telefonear a alguien.



VI.
La civilización de los blancos fue sumamente eficaz en el exterminio de los indígenas: a los ancestros los mató con las armas, y a sus descendientes los asesina actualmente con los vicios que les transmitió: el alcohol, la droga, el juego...



VII.
Adaptar al cine una novela o un cuento es relativamente fácil. Lo difícil es hacerlo con un poema —que no sea épico.



VIII.
Esto de las “relaciones virtuales” me gusta casi tanto como las “chaquetas mentales”.



IX.
Ser poeta es querer comprar el mundo sin monedas en el bolsillo —roto.



X.
No comprendo por qué la gente se empeña en asistir al psicólogo, y dilapidar su fortuna, si por muchísimo dinero menos puede acudir a una “estética” (peluquería) a desahogarse, y de paso, recibir un corte de cabello que la hará sentir mejor —hasta revitalizarla— cuando se vea al espejo.



XI.
Los centros comerciales son las nuevas plazas —aquí se congrega la gente para lucirse, divertirse, “levantar”... La única diferencia es que en lugar de quiosco hay tiendas, restaurantes, cines...



XII.
El éxito de toda relación humana estriba en no relacionarse.     



XIII.
Tú y yo.

Es absurdo que “tú” pretendas ser la persona más importante de mi vida. La persona más importante de mi vida soy “yo”.



XIV.
Voy a regresar al mundo por algunos días. Quien quiera verme, ya sabe dónde encontrarme: en mí mismo.



XV.
La preposición adecuada para el verbo casar —más utilizado como pronominal, casarse—, no debería ser “con” sino “contra”. Así, pues: —¿Contra quién te vas a casar? —Me voy a casar contra...



XVI.
Ya es suficiente que me paguen por lo que detesto hacer, como para que ahora quieran pagarme por hacer lo que amo.



XVII.
Siempre recuerdo a la gente que me ayudó. Nunca olvido a los que no lo hicieron.



XVIII.
Con la humildad que me caracteriza, te digo que yo no soy nadie ¡para aguantar tu pinche carácter voluble!



XIX.
Los hombres seguimos siendo tan primitivos como lo éramos hace miles de años. Unas hermosas piernas nos hacen el día.



XX.
Las redes sociales son el medio ideal para enterarse de todo y, al final, no saber nada.



XXI.
Pensándolo bien, no todo fue malo: también hubo cosas peores.



XXII.
Me gusta ser una buena persona casi tanto como ser un hijo de la chingada.



XXIII.
Puedo alburear en tres idiomas diferentes, si dispongo de un interlocutor medianamente versado en español, francés (belga) e ingles... inglés...



XXIV.
Hay noticias malas de los demás que no pueden ser sino buenas para uno.



XXV.
Decagálogo. Mandamentada (1).

Hay que mandar a la verga o romperle la madre a quien debamos, para no desquitarnos con los demás.




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