Poemas, agreguerías, epitafios, poenimios, fábulas, obituarios, sátiras, epígrafes, aforismos...
sábado, 27 de octubre de 2012
martes, 23 de octubre de 2012
XX Agreguerías. Parte V.
LXXXI.
El refresco no elimina la sed,
la endulza.
LXXXII.
El sonido del violín es
(melo)dramático.
LXXXIII.
Hay “mujeres apretadas” que
visten ropa holgada.
LXXXIV.
Aquel hombre que tuvo sexo sin
usar condón, y no embarazó a la mujer, bien puede decir que “(se) corrió con
suerte”.
LXXXV.
Cuando se va la luz, nadie sabe a
dónde.
LXXXVI.
Para lo único que sirven el
“yo” y el “superyó” es para conformar el “súper yo-yo”.
LXXXVII.
Pareciera que la sopa hirviente
se calienta más, tan pronto como oye la frase: “Me muero de hambre.”
LXXXVIII.
Cuando buscamos un libro acerca
de pintura sobre el andamio de la librería, nos sentimos pintores... pero de
fachadas.
LXXXIX.
Nuestra hambre abuchea a la
sopa caliente cuando le sopla para enfriarla.
XC.
El pobre cerdo que tuvo una
muerte horrible, vuelve a morir cuando ahorcan al chorizo que hicieron con él.
XCI.
En
algunos restaurantes lujosos, los meseros portan en el antebrazo una servilleta
para hacerle la faena al cliente, elegantemente vestido, cuando los embiste,
después de enterarse del importe de la cena.
XCII.
Las sirvientas son las amantes
de los esposos de las señoras para quien trabajan.
XCIII.
Con frecuencia pueden verse en
la ciudad perros que sacan a pasear a quien supuestamente los sacó a pasear.
XCIV.
El epigrama es un mazazo que se
da con alfiler.
XCV.
Hay mujeres que despiertan el
deseo... de correr a besar en la boca a la misoginia.
XCVI.
Gomezserniana
(Basada e inspirada en la greguería: “El camello lleva a cuestas el horizonte y
su montañita.”)
El camello carga el cielo sobre
su montaña.
XCVII.
El haikú es una fotografía
pintada con ideogramas —y en traducción, con palabras.
XCVIII.
Los hospitales son las camas de
vida y muerte del mundo.
XCIX.
La milpa se peinaba de raya en
medio con el peine del arado.
C.
El chayote es el puercoespín de
las cucurbitáceas.
XX Agreguerías. Parte IV.
LXI.
Los condones de las fiestas
privadas adultas fueron inflados como globos durante las fiestas infantiles.
LXII.
La
bocina del automóvil es el aditivo de saliva y voz del conductor cuando
ofende a su semejante.
LXIII.
Los semáforos son guiños
caprichosos de colores.
LXIV.
El
“espantasuegras” es la lengua que
quisiera sacarle el yerno a su madre adoptiva.
__________
Méx. Espantasuegras
es el nombre que recibe en México el “matasuegras”. Se trata de un tubo
enroscado de papel que tiene un extremo cerrado, y el otro terminado en una
boquilla por la que se sopla para que se desenrosque bruscamente el tubo y
asuste por broma.
LXV.
El orangután es el spiderman, “hombre araña”, de los simios.
LXVI.
A falta del cable con que
jugar, las jovencitas de esta época enredan su cabello con el dedo mientras
conversan por teléfono inalámbrico.
LXVII.
Cuando el cowboy porta sus botas, da la impresión de que la víbora
—convertida en cinturón— con que se sostiene los jeans, tiene piernas.
LXVIII.
Los seres humanos instalan
carpas para que los rayos de sol y las gotas de lluvia jueguen a la
resbaladilla.
LXIX.
El Coliseo romano es una taza
despostillada que se les cayó a las civilizaciones con sed de poder.
LXX.
A la granada verde nunca le han
sonado la nariz.
LXXI.
La bicicleta es un caballo con
dos ruedas que no deja de andar hasta que se cansa el animal que la monta.
LXXII.
El abanico de billetes no quita
tanto el calor como la inseguridad.
LXXIII.
Cuanto el restaurante ofrezca
en su carta la “pasta de tornillo”, tiene que disponer en sus bebidas de un
“destornillador” para pasarse el plato referido.
LXXIV.
Cuando la luna se ve durante el
día, es porque pasó una noche muy difícil en el trabajo —tanto que se quedó
dormida, y se olvidó de irse a casa a descansar.
LXXV.
Leo la palabra “bostezo” y me
da sueño.
LXXVI.
Era tan perezoso y glotón que
lo único que leía era el menú.
LXXVII.
El refrigerio nos deja abierta
la puerta del hambre.
LXXVIII.
El reptil es un juguete de
acción inservible hasta que el sol matinal le recarga las pilas.
LXXIX.
Desde niño ya sospechaba que el
limón y la naranja eran primos hermanos.
LXXX.
Las cópulas... cúpulas de las
iglesias se me semejan a los “platos de limosnas”, pero volteados. Es decir,
vaciados dentro de los “bolsillos que no tienen las sotanas ni los viejos
hábitos...”, luego de que se los ofrecieran al cielo, y nadie les contestara.
XX Agreguerías. Parte III.
XLI.
El beso es un secreto que
prefirió confesarse en la boca y no en el oído.
XLII.
Cuando hay niebla es cuando uno espera más ver algo.
XLIII.
Para algunos la cabeza sólo es
el perchero del sombrero.
XLIV.
Hay “hombres brillantes” no por
su cerebro, sí por su cabeza.
XLV.
Los conferencistas se
dirigen al auditorio colmado de personas como si estuviera vacío.
XLVI.
El ave es el sommelier, catador de vino, del reino
animal.
XLVII.
El servicio de la peluquería es
pésimo: siempre nos ponen un babero enorme, pero nunca nos traen la comida.
XLVIII.
Las puertas giratorias son la
mejor decisión de los indecisos.
XLIX.
Los caballos de tiro siempre
tienen la cara larga.
L.
Los que trabajan en la Banca siempre
están sentados.
LI.
Por la mañana el cielo nos
sirve de desayunar un gigantesco huevo estrellado.
LII.
La gente que dice ser de “mente
abierta” es aquella a la que nunca se le cerró la mollera.
LIII.
Los elefantes tienen patas de
raíz de árbol.
LIV.
El jardinero se desempeña como
el peluquero y el manicurista de los árboles.
LV.
Algunos árboles parecen seres
humanos petrificados —o por decirlo con mayor exactitud, “maderificados”.
LVI.
El gato que quiere orinar se
inhibe ante la vastísima “caja de arena” del desierto.
LVII.
Las nubes cargadas de tristeza
le llenan de agua los ojos al cielo.
LVIII.
Cuando sale a la calle el
automóvil se calza las llantas, después de ponerse sus rines.
LIX.
La verdadera utilidad del
telescopio astronómico estriba en que el Universo lo usa como microscopio para
poder analizarnos.
LX.
El bonsái es un paisaje japonés
en miniatura.
XX Agreguerías. Parte II.
XXI.
La
luna es el faro natural que guía a los barcos nocturnos.
XXII.
La espalda es la cama sobre la
que descansa nuestro sueño.
XXIII.
A partir de nuestros dedos, el
ocio interpreta una melodía de impaciencia en el teclado improvisado que
tenemos a la mano.
XXIV.
El “dientes de sable” le heredó
unos colmillos muy gastados al león marino.
XXV.
El zapato roto de la punta
cansó tanto al pie que ya muestra la lengua de fuera.
XXVI.
El hombre impotente se
enorgullece de ponerle el freno de mano al automóvil.
XXVII.
Tan pronto como el dentista
reclina el sillón de su consultorio para revisarme la boca, me apetece un corte
de cabello.
XXVIII.
Cuando la mujer pela un plátano
y se lo lleva a la boca, el hombre experimenta calambres en la conciencia.
XXIX.
Las
nubes grises son volutas de humo de las fábricas.
XXX.
El
pulgar es el martillo mientras que el índice funge simultáneamente como el
gatillo y el cañón de la pistola con que los niños juegan a matar.
XXXI.
Las hormigas que caminan por la
mañana en el distrito financiero de la ciudad, le hacen cosquillas en los pies
a los rascacielos.
XXXII.
Las ciudades se pedorrean por
las coladeras.
XXXIII.
Los besos son respiración urgente
de boca a boca.
XXXIV.
De acuerdo con la Biblia, Eva
engañó a Adán con una serpiente... ¡Y desde entonces sigue siendo así... más o
menos!
XXXV.
El
triángulo es el único instrumento que verdaderamente dispone de un lugar
privilegiado durante el concierto orquestal.
XXXVI.
La memoria de la mujer es como
la del elefante, sólo que más pesada.
XXXVII.
Es
sabido, por sus antecedentes hedonistas y dionisíacos, que muchos deportistas ganadores
prefieren una copa y una ensaladera, además del plato.
XXXVIII.
Una colmena de abejas:
interesante “concepto visual” que cuelga del árbol de nuestra mente.
XXXIX.
El
pianista transcribe en el teclado las notas musicales que le dicta la
partitura.
XL.
Tan cierto es el apetito voraz
del pingüino que incluso mucho antes de comer se coloca su babero blanco.
Las agreguerías. XX Agreguerías. Parte I.
Las agreguerías.
Ramón Gómez de la Serna nació
en Madrid en 1888 y murió en Buenos Aires, Argentina en 1963.
El escritor, periodista y
biógrafo vanguardista español fue el creador de la greguería que se define como
“agudeza, imagen en prosa que presenta una visión personal, sorprendente y a
veces humorística, de algún aspecto de la realidad”.
“Ramón”, como gustaba ser
llamado, se refiere al género literario que inventó como “el atrevimiento de
definir lo indefinible, a capturar lo pasajero, a acertar lo que puede no estar
en nadie o puede estar en todos”, y delimitó el concepto a partir de la
siguiente ecuación: Metáfora + Humor = Greguería. (Para quien guste conocer más
acerca de éstas, lo remito a un par de entradas donde podrá leer una
selección: http://caesarisnv.blogspot.mx/search/label/Ram%C3%B3n%20G%C3%B3mez%20de%20la%20Serna).
En algunos otros pasajes de su
obra el autor ensayó “explicaciones”:
Desde
1910 me dedico a la greguería, que nació aquel día de escepticismo y cansancio
en que cogí todos los ingredientes de mi laboratorio, frasco por frasco, y los
mezclé, surgiendo de su precipitado, depuración y disolución radical, la
greguería. Desde entonces la greguería es para mí la flor de todo lo que queda,
lo que vive, lo que resiste más al descreimiento. La greguería ha sido
perseguida, denigrada, y yo he llorado y reído por eso entremezcladamente,
porque me ha dado pena y me ha hecho gracia.
Desde hace tiempo tenía
conocimiento de la existencia de estos pequeños textos y, aunque no recuerdo
con certeza, supongo que en otra etapa de la vida los leí.
Hace poco adquirí un libro que
compilaba algunos —se cuenta que Gómez de la Serna escribió ¡más de diez mil
greguerías!
Había visto el ejemplar durante
visitas anteriores a ferias y librerías y, por más inverosímil que parezca,
sentía como si hubiera un vínculo entre nosotros: como si la curiosidad me
invitara a leerlo. Después de hacerlo, puedo afirmar que, en efecto, Ramón y yo
estábamos predestinados a encontrarnos.
He disfrutado muchísimo de las
greguerías no sólo por lo que dicen con su brevedad contundente, sino también
por la estimulación mental —el redescubrimiento del mundo cotidiano— que
generan tanto literaria como vitalmente: mi percepción se aguzó y comencé a ver
con la imaginación y no solamente con los ojos: “Una greguería no se busca,
sino que surge espontáneamente en la mente del poeta, es la impresión de un
objeto en la mente del poeta.”
Al salir a la calle se me
presentan por doquier greguerías vivas que se convierten en palabras. La
aparente facilidad de estos “aforismos humorísticos”, los cuales, sin embargo
son desconcertadores, perturbadores, deslumbrantes..., siembran la
incertidumbre, en quien los lee por primera vez, de que habrá que releerlos para
comprender cabalmente tanto su significado como su sentido.
Para expresar la continuidad
del género, pero al mismo tiempo establecer un nuevo comienzo en él, inventé el
neologismo “agreguería”.
Ramón vivió en un mundo
cambiante que experimentó los primeros pasos de la tecnología: el ferrocarril,
la radio, el automóvil, la fotografía, el cinematógrafo... El tiempo
transcurrió y aquellos artefactos e inventos que maravillaron a la Humanidad
hoy se encuentran en museos. Sin embargo, la esencia del visionario Gómez de la
Serna aún prevalece: “Una greguería es el buscapiés del pensamiento.”
“Las agreguerías son manos que
se introducen en la tómbola de mi cabeza, y revuelven mi cerebro para sacar
pequeños pedazos de papel de mi vida con palabras escritas en ellos” y “se
encuentran en las uniones de la red que teje la araña: ahí donde el mundo
converge.” Pero también son impresiones de nuestro tiempo, arraigadas
profundamente a la realidad. Están escritas bajo la sociedad de consumo por un
ser humano satírico. Y para comprenderlas basta con remitirse a la mitología
personal y social: a los convencionalismos de los sentidos.
Quien conozca a fondo las
greguerías identificará inmediatamente que las agreguerías tienen una gran
deuda respecto de las “observaciones” que Ramón Gómez de la Serna hizo durante
la primera parte del siglo XX: puertas que aquél dejó entreabiertas y a las que
yo entré paulatinamente para descubrir lo que había más allá.
I.
El teléfono es un grito neurótico
e incesante que se ahoga en la tranquilidad de nuestra indiferencia.
II.
Los
mecánicos son los dentistas de los automóviles.
III.
Los
dedos que golpean las teclas de la máquina de escribir salpican de letras la
hoja en blanco.
IV.
Convidamos ocasionalmente a la
vajilla de porcelana a compartir la mesa con nosotros.
V.
Los compradores siempre le
pican los ojos al queso gruyere cuando lo señalan en las tiendas.
VI.
El tenista juega con su
guitarra al revés.
VII.
Era tan frívola que creía que
los maniquíes le sonreían por las compras que acababa de realizar en la tienda
departamental.
VIII.
Cuando la i crece y se
convierte en I pierde la pequeña pelota con que solía jugar cuando era niña.
IX.
Cuando abrimos el armario y
sale un mosquito, inmediatamente queremos matarlo como si se tratara del amante
de nuestra mujer.
X.
La jirafa se sube en sus zancos
para ver desde arriba —y con desdén— a ese mono sin pelo que la visita en el
zoológico.
XI.
Los delfines que trabajan en el
parque acuático se desnucan una y otra vez contra el agua para el
entretenimiento público.
XII.
El gancho de ropa abandonado
fungió durante mucho tiempo como antena del televisor.
XIII.
Una silla sin aceitar es un
animal herido que se queja.
XIV.
La caja registradora —llena de
billetes y monedas— nos enseña la lengua cuando se abre para darnos el cambio.
XV.
El
bebé de los fumadores le convida de su chupón a la visita que fuma, con el
propósito de que ésta le retribuya el gesto con un cigarrillo.
XVI.
A
pesar de que el río pasa a diario por
el puente, nunca lo usa.
XVII.
El calzador es la cucharada de
jarabe que se niega a tomar el zapato enfermo.
XVIII.
De-funciones continuas están
hartos los primeros actores.
XIX.
El molino es el ventilador
(descompuesto) del paisaje.
XX.
El agua clara nos refleja, aunque
las aguas negras nos reflejan aún
más.
viernes, 19 de octubre de 2012
Era de esperar.
Era de esperar
que
el cielo se rompiera
en
mil pedazos
y
se nos cayera en los ojos
inhibiendo
la tristeza
que
sobra a nuestras lágrimas
Era
desesperar
la
muerte
nada más
miércoles, 17 de octubre de 2012
Санкт-Петербург [Sankt-Peterburg: San Petersburgo].
Санкт-Петербург [Rus. San Petersburgo]
La tristeza es más triste aquí,
donde se convierte en ciudad:
el Nevá se refleja en el cielo,
nublando el ánimo: el sol se esboza
detrás de las nubes, y uno quisiera llorar
martes, 16 de octubre de 2012
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