domingo, 9 de marzo de 2014

XXX Fábulas animales satíricas (De mis "Fábulas-o-heces").




Para el biólogo, Tao Hernández.







Los armiños
[En una época en que los reencuentros están de moda]

Hace tiempo separaron a una familia de armiñosMás adelante,
los miembros se reencontraron... en un abrigo.

Y después dicen que los reencuentros familiares no ponen la piel de gallina.








[FÁBULA DE EQUIDAD DE GÉNERO]

La cigarra y el cigarro

La cigarra se enamoró del cigarro, y se volvió tan dependiente —¡se lamentaba
de que no podía dejarlo!— que, con el tiempo, aquél la mató.








El hijo de la... cabra

Una cabra parió un cabrito. Éste creció, y se convirtió en lo que tenía que ser.








[FÁBULA TRANSGÉNICA Y DE PRODUCCIÓN MASIVA]

El pato y las patas




se burlaban del pato, porque no sabía correr; animal más lerdo, más pesado
y menos elegante para caminar, aseguraban todos no haber visto jamás

Godofredo Daireaux, Fábulas argentinas, El pato.



Había una vez, dos veces, tres veces... un pato sin patas
—porque el ser humano lo creó con-ciencia para ser alimento.

¡Ah, qué triste ser y ver a un pato sin patas!








[FÁBULA ETERNA: FÁBULA PELETERA]

La ardilla y la chinchilla

Hubo una vez una ardilla que quiso ser chinchilla, pero cuando supo
lo que les sucedía a éstas, quiso ser ardilla      otra vez: Hubo una vez...







La hiena y el ser humanoe 



Depravada y golosa, ama el fuerte sabor de las carnes pasadas

Juan José Arreola, Bestiario, Bestiario, La hiena.



—¿De qué te ríes con semejante carcajada histérica, hiena?
—Me río tanto, humano idiota, de que supongas que me río.

_______
N. del A. Lo que los seres humanos denominan la «risa» de la hiena es un sonido que este carnívoro emite ya cuando encontró alguna carroña —o alimento—, ya cuando está en celo.







El ser humano y la cucaracha

Un humano amenazaba a un ortóptero mientras gritaba para hacerse
notar: ¡Te aplastaré como a una cucaracha! Si te fijas bien, en realidad
soy una cucaracha; por tanto, si me aplastas, tendrás que hacerlo como a una.







El escarabajo es-terco-lero, lero...



siempre trabajo calladito, sin tratar de lucirme más
que por mis esfuerzos en llevar a cabo mi ruda tarea de estercolero

Godofredo Daireaux, Fábulas argentinas, El escarabajo y el picaflor.



Un escarabajo rueda la gran bola de estiércol con que agasajará
y conquistará a su hembra: la es-cara-baja.

Escribo esto para quien me entiende: las mujeres casadas y las que no lo son.







El ser humano y el lobo



Lupus est homo homini

T. MACCI PLAUTI ASINARIA, 495.

[Lat. El hombre es un lobo para el hombre

Tito Maccio Plauto, Comedia del asno, Acto II, 4, 495.]



Un lobo y un humano se amistaron. Como era de esperarse,
éste mató a aquél, apropiándose de su piel para vestirla.

La piel de lobo le queda bien al ser humano.







El zorro y la serpiente



APPENDIX PEROTTINA FABULARUM PHAEDRI, VII,
[Auctor], Sensum aestimandum esse, non uerba

[Lat. Julio Gayo Fedro, Fábulas esópicas, Apéndice de Perotti, VII,
[El autor], Se debe considerar el sentido, no las palabras]



El proverbial raposo sagaz de las fábulas inquirió al ofidio pérfido,
ambos arquetipos fabulísticos. ¿Qué haces? —Repto.







Los ciervos rojos

Dos ejemplares se enfrentan por la supremacía dentro del grupo.
—No vale la pena arriesgar el pellejo por una hembra —puntualizas.
¿Por una consorte, lector! ¡Estos especímenes se confrontan por todas!







El augur

Si bien aquel sujeto no era adivino, al reparar en que una paloma
se había cagado sobre su hombro con precisión inusitada,
presagió que eso era una señal funesta.







Una sabandija ante la Naturaleza

Un buen —o mal— día la sabandija experimentó una epifanía: la Naturaleza
se le reveló en toda su magnificencia. Y se sintió como una sabandija.







El (des)encuentro del mono y el ser humano

El mono, que había visto venir por el camino al ser humano,
lo detuvo: —¿De dónde provienes? —Según Darwin, de ti.







La advertencia del chango

Te previne, lector que no lee, pero no me prestaste atención.
por eso te dejó así la cara: «El mono araña.»







El (d)efecto mariposa

A un prepotente en los Estados Unidos, o en cualquier país con recursos
de Europa o Asia, no se le para el pene. La necesidad del impotente y el pobre
fomenta el sacrificio de tiburones, ballenas, rinocerontes, ostras, tigres...

Quizá después de tal masacre, haya una fémina medianamente complacida.







El koala y el eucalipto

—Me temo —dijo el koala al eucalipto, aclarando la garganta—
que, cuando tú dejes de existir, yo me extinguiré.

El árbol no respondió nada, ¡porque los árboles no hablan!







El coloquio de las semejanzas

Se burló el mico de la cebra: —Más que al caballo, te semejas al jumento,
rayada coceadora (también sugirió que el ñu era como un corcel flaco
con la cabeza de toro y la barba de chivo). Una quimera evidenció:
—Tú te pareces al hombre, apreciadísimo humanoide.

Ofendido, el primate se largó rabiando.







La dádiva del águila pescadora

El águila pescadora macho ofrenda con un pez
a la hembra, y es suficiente para que la pesque.

Antimoraleja: Que a ustedes no las motejen de tontas como el águila hembra, mujercitas. No se conformen con tan poco. ¡Sean ambiciosas! Exploten sus encantos y artificios. Busquen, encuentren... al estulto que les ofrezca más: aquél que premie íntegramente sus caprichos.







El ciclo de los puercos salvajes

Algunos vejetes estertóreos fueron como el vigoroso jabalí alunado,
cuyos colmillos —largos y retorcidos— crecen hasta formar
una media luna con que ya no puede herir.

Sé que a ustedes les acomoda la comparación, jabalíes alunados... anulados.








Los estómagos de la vaca

El científico instruía a un miserable hambriento sobre los cuatro
estómagos de la vaca. —¿Cuatro! ¡Infortunado rumiante!
¡Yo sólo tengo uno, y apenas lo medio lleno!

_______
N. del A. La vaca, como otros rumiantes (las ovejas, las cabras, los antílopes, los ciervos y las jirafas), tiene un estómago con cuatro cavidades.







La credulidad del gato

Confiado en que tenía siete vidas que gastar (eso había oído decir a aquellos
con quienes residía), el felino expuso la vida, y la perdió.

¡Ay del imbécil que se deja engatusar por los seres humanos!






                                                                                          
El ruiseñor y el señor Ruiz



och i mörkret sjunger näktergalen kanske

Lars Forssell, Välkommen, Ondska, 23.

[Sue. y un ruiseñor canta en la oscuridad

Lars Forssell, Bienvenido, mal, 23.



Al concluir la época de reproducción, el canoro ruiseñor 
que había trinado día y noche— apaga su voz al amanecer.
El Señor Ruiz —quien hace mucho no coge— se levanta, canta y el día muere.







Las efímeras



»¿Por qué te dueles de una existencia
»que es tan hermosa con ser efímera?

Felipe Jacinto Sala, Nuevas fábulas, La tórtola y el Ave-Fénix, 21-22.



Después de formar numerosos enjambres
tanto masculinos como femeninos
que se aparean sobre el agua,
las efímeras macho mueren
mientras las hembras
les sobreviven
algunas
horas
más.

Los «machos» se mueren por aparearse o, en todo caso, por aparearse se mueren.







El perfeccionamiento del crótalo

Esta anillada serpiente desértica, al morir, se sublima
en el lujoso cinturón de algún cowboy citadino contemporáneo.

La vida enseña mucho. La muerte, aún más.







El lanzador de jabalina

En la radio se transmite una justa deportiva en que el narrador
describe el lanzamiento de un jabalinero que instaura una nueva marca mundial,
la jabalina, atónita, murmura a sus jabatos:

—¡No veo qué tenga de laudable lanzar por los aires a una jabalina!







[Fábula tecnológica]

El viejo juego renovado del gato y el ratón

Cuando el minimo anciano escuchó que había un nuevo roedor,
su curiosidad se excitó. Se trasladó a la habitación contigua
subrepticiamente, y se abalanzó sobre el mamífero, sólo para constatar
que el ratón dejó de ser un animal para devenir en un objeto.








La pantufla perruna

—Sollozó uno: —Entre más interactúo con los humanos, quiero más a mi perro.
—El cánido: —Entre más me quiere éste, más valoro a mi pantufla.







La autoridad de la experiencia

Un aguilucho se amigó con un ratoncillo. Su madre: —No te amistes con tu comida.

Los padres siempre saben lo que es mejor para sus hijos.







Amoraleja sin fábula

Y finalmente, muchos como el camaleón, se callan porque son pura lengua.